Cuando nació “Vive con Diabetes”, hace ya algunos años, tuvimos la idea de proyectar lo que es realmente mantener una existencia con un diagnóstico relacionado con una enfermedad, a la fecha, incurable, pero cien por ciento controlable.
Nos dijeron muchas cosas, y que era controlable en su totalidad si nos aplicábamos bien, pero también estuvimos conscientes de que no era algo que se quitara con el tiempo o se hiciera vieja y desaparecería: la diabetes está desde aquel lejano 30 de abril de hace veintitantos años, y a la fecha nos sigue celosamente, y guarda la distancia en la medida que se lo permitimos o dejamos que nos invada territorios privados y atente contra nuestra tranquilidad y salud.
Y nos llamó la atención una nota informativa proveniente de Madrid, que hace alusión a la acogida a familiares de niños con diabetes tipo 1 que se lleva a cabo en un hospital de Barcelona.
Es importante entender que es la diabetes una enfermedad familiar, porque cuando se cuenta ya con un diagnóstico, la familia entera tiene que involucrarse en el tratamiento y con el paciente.
No podemos dejarle solo ni ignorar la situación: es necesario tomar partido y participación para poder ayudarle a sobrevivir dignamente y sin esos problemas que muchas veces nos llevan a la muerte en forma inmediata e irremediable.
No quiere decir que sea la diabetes una sentencia de muerte: NO. Es preciso entender que se trata de una enfermedad crónica, incurable pero controlable, y se requiere de una importante y adecuada capacitación para tal efecto.
Y los familiares juegan un papel muy importante. Decía un conocido endocrinólogo que no era lo más adecuado llegar a casa con un pastelillo de crema y azúcar cuando tenemos personas diagnosticadas con diabetes; sugería involucrarse en su régimen alimenticio para que todos comiéramos lo mismo, y como ganancia extra tendríamos una mejor estabilidad en la salud, porque las indicaciones para quienes vivimos con diabetes son de comer más sano, más balanceado, que, de hecho, deberíamos seguir todos en todo momento.
Vivir con enfermedades incurables no es una sentencia al purgatorio, sino una oportunidad para poder entender qué se debe considerar en cuestiones de actividad del cuerpo, alimentación y estado de ánimo, porque todo en un solo programa de salud nos permitirá vivir mejor, vivir bien.
Hay mucha ayuda hoy en día, y la mejor proviene de los servicios sanitarios oficiales, donde hay un sinnúmero de personas que nos pueden apoyar, y personal con los conocimientos necesarios para llevar un control adecuado.
Es preciso entender que se requiere de un control preciso, puntual: no se vale llevarlo a medias con pretextos como el tradicional “poco veneno no mata” y otros similares.
Si queremos vivir dignamente hay que actuar igual: dignamente, y la mejor manera es tratar con respeto a nuestro organismo. No podemos agredirlo con comidas inadecuadas, con falta de actividad física.
Sería hacernos tontos, ignorar lo que se requiere. No podemos más estar simulando que llevamos un control para que nos digan que qué bueno que lo hacemos. No funciona así, no para alguien con diabetes.
Lo que funciona es exigirnos puntualidad en el tratamiento y llevarlo al pie de la letra, con disciplina y mucho amor a la vida, para garantizar que estaremos bien en todos sentidos.
Habrá que buscar un médico o terapeuta que nos ayude a entender y llevar un buen control, y eso es inmediato, no admite prórrogas ni disculpas.
Hay que entenderlo de una vez por todas: hay que iniciar ese tratamiento complementario hoy mismo, a la voz de ¡ya!, y demostrarnos que lo más sagrado que tenemos es nuestro organismo, y cuidarlo como merece.
O qué, ¿No nos sentimos orgullosos de lo que somos?
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