“Venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis el reposo para vuestras almas. Porque suave es mi yugo y ligero el peso mío” (Mt 11:28-30”)

Qué mortifica más, el trabajo pesado y constante o el saber que la carga del mismo no se reparte con equidad y con justicia. Con el paso de los años las cargas laborales pudiesen sentirse más pesadas, aún si éstas puedan espaciarse para tomar aliento; mas, para quien esté acostumbrado a trabajar con calidad, el hacer las cosas bien, se convierte en su prioridad, y no puede apurar el paso para quedar bien con el que exige cumplir como si se hubiese pactado un trabajo a destajo, importando más la cantidad que la calidad.

¿Por qué suele pesar más el verse forzado a trabajar, velando más por la cantidad que la calidad? ¿Acaso el hacer las cosas de prisa pudiera ser motivo de importantes olvidos en los procedimientos, y sea esta la causa de fallas y posteriores despidos? ¿De dónde surgió la idea de que a la comunidad le gusta el trato superficial y ligero, para recibir un servicio poco eficaz y certero?

Muchos de los problemas que enfrentamos en la sociedad y que afectan sobremanera el bienestar de la misma, están relacionados precisamente con el hecho de no realizar nuestro trabajo con calidad, así se trate en la educación de los hijos o de los procesos para atender la salud integral de nuestro prójimo, las repercusiones de una mala práctica impactarán significativamente la calidad de vida de nuestros hermanos.

He sido testigo, de cómo excelentes profesionistas se dan por vencidos, ante la insistencia de un sistema político, de privilegiar siempre los aspectos cuantitativos sobre los cualitativos.

El tener que informar a la comunidad sobre el ejercicio de administrar los bienes del pueblo, no debería basarse prioritariamente en el número de acciones que se promueven para tratar de abatir los rezagos sociales, sino en el verdadero impacto para alcanzar el bienestar que por derecho constitucional tiene el pueblo.

Qué importante resulta el hecho de que aquellos que han sido designados legalmente por el pueblo, para administrar los bienes de la nación, piensen más como servidores públicos, que como gerentes de empresas particulares. Cada uno de los que trabajamos al servicio del estado, tenemos como primer patrón al pueblo, y será éste, el que podrá premiarnos o demandarnos por la calidad de la prestación de nuestros servicios.

Mientras se aclara la mente y se humaniza el corazón, no olvidemos que podemos acogernos a la invitación que nos hace Jesucristo, de tomar su yugo, para aligerar el peso de la inequidad, la ignorancia y la insensatez.

Dios bendiga nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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