Decir que no se encuentran palabras para describir con profunda y sentida emoción la cursificción y muerte de Jesús de Nazaret, nuestro amado salvador, sería reconocer que tan significativa conmemoración para los cristianos, es sólo un recuerdo del acto de amor más grande que ha existido, es por eso, que con humildad y sincera devoción, vivimos el momento como si hubiese sido hoy y pedimos perdón a Nuestro Señor por nuestros pecados.
Señor mío y Dios mío, tú conoces el corazón de todos tus hijos, y mentirte no podría, he sido un creyente agradecido por todas las bendiciones que has derramado en beneficio propio y de mi familia y como cada año en este tiempo propicio para renovar nuestra fe, te pido no te alejes nunca de mí y de los míos, nos auxilies en nuestras necesidades físicas, mentales y espirituales, para seguir caminando con seguridad y alegría por el camino de la verdad y de la vida.
He aquí un poema de mi autoría que no pierde vigencia con los años, porque refleja mis debilidades, pero también la fuerza de la fe que se alimenta de tu palabra y del inmenso amor que siento por ti.

RENOVANDO LA FE
A la hora de las tribulaciones, pareciera mi fe esfumarse.
Como cordero tembloroso en medio de la nada,
surge mi yo cobarde.

A la hora del dolor, mi pensamiento huye
y se oculta en lo blanco del origen de mi mente.

No quiero saber de nada, se olvida la feliz vivencia
y el sonido del silencio en la oscuridad me atrapa.

Temblando, sin querer mi ser entero,
amenaza con sacar mi alma de su molde.

Del punto ciego del comienzo de la vida, se separan mis
células primarias, extraviando mi naturaleza humana.

De pronto, voy en caída libre por el infinito, flotando en el
universo como energía pura y alguien me observa.

Me delata indescriptible luz, la que une y divide, la que
forma y transforma.
De nuevo ocurre el milagro con tan sólo El desearlo y
reconstruye mi estructura, conduciendo mi retorno en
armonía, definiendo mi misión en cielo y tierra.

Ahora sé que no puedo escapar de mi destino, y renovada
mi fe y fortalecida mi natural sabiduría, puedo enfrentar
lo que más temía.
Conocí entonces el camino, la verdad y la vida, y de la mano
de Dios regreso al punto de partida.

No temeré más por las cosas de este mundo, porque sé cuál es
mi verdadero origen, no temeré a la muerte, porque ésta fue
vencida por amor, no temeré a la vida, porque me fue dada
para ser feliz.

A la hora de las tribulaciones, mi fe, mi renovada fe, vence
todos mis temores y si algún temor habría de tener, sería el de
perder tu gracia, mi Señor.

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