Del amor y sus enojos, siempre surge la pasión, para vencer lo que con palabras no se puede llegar a convencer. No más enojos, sí más pasión, reconciliemos nuestras diferencias, como siempre debe ser.

 

SIEMPRE MÍA, SIEMPRE TUYO

Cómo me hace falta que me mires,

que me veas con la misma ilusión que me animaba,

recordando así, que estoy en la espera tan deseada,

para sentirme vivo y renacer.

Que me miras, que te veo, y estando ya tan cerca,

mis labios rocen a los labios tuyos,

los que  siempre han sido míos,

y tus labios besen a los labios míos,

los que siempre han sido tuyos.

Cómo me hace falta que me digas que me quieres,

aunque tengas gran apuro y tu tiempo no sea mío,

cómo me hace falta que recuerdes,

que siempre he sido tuyo, como tú has sido mía.

Y ahora mírame tan sólo una vez,

aunque tu orgullo me obligue a padecer,

con ese doloroso mirar con disimulo,

por esa prisa que tienes por saber,

si mi amor podría fenecer, a un desprecio tuyo.

Esperando estoy a que regrese ese mirar,

que me hacía tanto estremecer,

sabiendo que más tarde… al anochecer,

ni dudas, ni miedo, ni orgullo,

podrían establecer un motivo suficiente,

para que tú seas siempre mía,

para que yo sea siempre tuyo.

 

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