Un buen día Jesús se encontraba caminando por el mundo, y de pronto se detuvo y dijo: Me pareció ver un débil destello de luz en el rincón más olvidado de la tierra, y preguntó ¿por qué te escondes ahí? La criatura permanecía en silencio, diciéndose a sí mismo: Estoy seguro que no me puede ver, seguiré callado y sin moverme, así pasará de largo. ¡Levántate y camina! ¿Caminar yo? siempre he sido paralitico y me he arrastrado por el suelo, sólo en ocasiones alguien se compadece de mí y me ayuda, otras tantas, se le tiene más compasión a un perro y se le atiende mejor. ¡Levántate y camina! ¿Acaso no sabrá este hombre que soy sordo y ciego? ¿Acaso no sabe que tampoco tengo voz? por qué insiste, es evidente que sólo soy un destello de luz, y en el momento en que salga de esta oscuridad dejaré de serlo, para perderme en la nada. Pero qué cosas digo, los destellos de luz no piensan y yo estoy pensando, no ven, no oyen, no hablan, mucho menos pueden caminar, los destellos de luz, alguna vez tuvimos un cuerpo, un brillo, una presencia, una mente privilegiada, recuerdo cuando vi por primera vez el mundo, la luz interior que me alumbraba, si bien era suficiente, nada se podía comparar con la luz del mundo, y sí, aún recuerdo cuando me dio la bienvenida, claro escuché que me dio un nombre, me llamó hijo, y en seguida dijo: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” Fue maravilloso, recuerdo que en ese momento sentí que podía ver, podía escuchar, y aunque no podía expresarme verbalmente, si podía hablar mentalmente, era un invalido, pero no necesitaba mis piernas para moverme, era tan liviano que flotaba en un ambiente lleno de amor, abundante en ternura; veía, escuchaba, hablaba y caminaba en el camino del amor, pero llegó el día en que debería hacer todo esto por mí mismo y me movía la luz primera que vino al mundo.

El camino de la verdad es muy largo, en él se tropezará cuantas veces sea necesario, hasta que duela, habrá de levantarse cuantas veces sea necesario y la luz seguirá iluminando los días, hasta que se aprenda a observar, a escuchar, a hablar y a callar, hasta que aprenda a caminar sin tropezar, hasta que brille la luz propia ante los hombres, de manera que vean sus obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos, de donde proviene toda la luz que ilumina al mundo.

Jesús habló de nuevo: Levántate y camina, tú no eres un destello de luz, tú eres la luz, tú eres mi hijo amado; quién esté libre de culpa que tire la primera piedra y recuerda “Los sanos no necesitan de médico, sino los enfermos. No son los justos, sino los pecadores a los que he venido yo a llamar a penitencia” (Lc 5:31-32)

 

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