El verbo amar

No podría ser de otra manera,
el que posee el don de amar,
no es una persona cualquiera,
lo natural no puede cambiar.
Sentir que llega y nos espera,
la emoción que traduce el estar,
en plena conformidad tan duradera,
ensoñación divina para poder viajar,
sin tener que soñar o moverse siquiera,
lo mismo por el aire que por el mar,
que conduce al paraíso al que quiera.
Sentimiento de luz que produce bienestar,
energía pura para que el alma no muera,
llevando al cuerpo siendo vital al renovar
la fe, para que nadie se quede fuera
y pueda así con gozo y alegría disfrutar,
el milagro de amor que Dios nos diera;
por ello debemos conjugar el verbo amar,
si yo amo, tú amas, Él nos ama, por dentro y fuera,
ayudándonos a sacar el egoísmo y la paz encontrar
para vivir libres de lo que tanto nos acelera
y nos induce a pecar, al odiar y despreciar
a nuestro prójimo cuando menos se lo espera.

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