LA TORMENTA

No me guíe en mi intensión la ofensa o el amargo rencor,

guíeme la intensión más que sana, de buscar en la razón

la causa de la infame herida que se sufre en la ocasión

por no perdonarse o perdonar a quienes culpan de su dolor.

Cúlpese a mi inconciencia, a mi ignorancia, que sin razón

pudiese haber salido de mi boca y causar la humillación,

más, no me culpen por la inexistente supuesta arrogancia,

porque ésta nunca ha tenido cabida en mi mente y corazón.

Guíame Padre, con tus divinas palabras vertidas en la oración,

para sacudir el polvo de quien no recibe con sana intensión,

el amor que siempre sana a aquellos que sufren de desamor,

dame Señor el agua viva, para quitar la sed de la preocupación.

Padre, al que por temor desconfía, regresa la emoción a su vida,

que vivir es y será siempre el mejor regalo que a toda maravilla

cuando se cree que, por el dolor, su espíritu y su fe ya no brillan,

cuando el mar se calme, cese la tormenta, llévame Jesús a la orilla

que yo buscaré en la arena tus huellas hasta encontrarte.

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