La verdad…le dije, fingiendo cierta ironía, de nuestros días de amor, no llevo la cuenta, porque quien ama como te amo yo, jamás esperaría tener que contar tanta dicha, en el esplendor de una vida que fue divinamente creada para los dos.

 

Sin cuenta

Parece que fue ayer cuando te conocí,

ayer, cuando mi corazón triste y maltrecho,

buscaba el milagro que tanto a Dios le pedí,

, el amor de una virtuosa mujer, que, de hecho

me pudiera amar, entendiendo mi loco frenesí,

y me acompañara con amor limpio y derecho,

en la maravillosa vida que siempre consentí.

Cincuenta años ha, mi corazón saliendo del pecho,

logró te fijaras en mí y que por fin me dieras el sí,

y yo, feliz y lleno de gozo, dejé de vivir al acecho,

para cumplir la divina voluntad, por la que descubrí

que al ser uno solo, viviríamos bajo un mismo techo,

como una sola carne en comunión, por la que conocí

el valor de lo divino, y pasar por el camino estrecho

con la humildad, que a mi buen Señor le prometí.

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