Amor del alma

Si todo fuera tan sutil como el aire discreto que mueve las hojas,

si fuera como la pureza del agua fresca que brota del manantial,

si el enojo se convirtiera en risa y ésta en la brisa que humedece

tu sonrisa, para que el roce de mis candentes labios, no incendie

de pasión el deseo reprimido, para seguir amándonos sin el frío

que ocasiona el miedo, que cambia el decir puedo, por el no debo.

Si entendieras que el tiempo es sólo una ilusión, y no el conteo de

los días que nos recuerdan, que nuestros cuerpos van a envejecer,

entonces, me amarías como yo te amo a ti, y sabrías que vivo día

con día enamorado de tu alma y no de la envoltura del regalo que

Dios tenía reservado para mí, porque a mis ojos, la belleza de tu ser

va más allá que cualquier medida o fecha expedida de caducidad.

Y si me vieras con el corazón y no con los ojos que sólo quieren ver

en mí, los mil defectos y despojos de lo que ayer fui, por los abrojos

de saberme en desventaja por tu perenne forma gris de ver la vida

que parece desde entonces, como una continua amarga despedida

al amor que yo te di, que te apura por la edad para ponerle la mortaja

y enterrar lo que un maravilloso y claro día, te hiciera entregarte a mí.

Si hoy fuera el mismo como soy, no había vuelta de hoja a la cuestión,

le dirías junto a mí adiós a la congoja, que el tiempo te hace escribir

una nueva hoja en el libro de un amor, como no ha habido y no habrá,

en esta vida ni en la otra, porque tu alma y la mía, vivirán siempre el

amor en paz, con gozo y alegría en la eternidad que Dios nos tiene

prometida.

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