Estoy aquÃ
SÃ, estoy aquÃ, aún no me he marchado, y vivo como siempre enamorado de todo lo que he amado; enamorado de la vida misma, de todos los momentos, de las risas, de la amable compañÃa de los padres, hermanos hijos, nietos y amigos, y de las alegrÃas compartidas que le dieron sentido a la pasión que hoy cultivo por narrar todo lo vivido.
SÃ, estoy aquÃ, y mi cuerpo siente por igual el calor y el frÃo, y enfrenta el desafÃo dÃa a dÃa de ser congruente con lo que hoy escribo, y ese hoy, no está ausente del pasado que me tiene atrapado, en ocasiones, en una edad de niño, otras de adolescente, de joven responsable de los pensamientos que me impulsaron a ser valiente cuando el miedo paralizaba mis ideas, para demostrar que era igual de inteligente a los que osaron despreciar mi valÃa.
SÃ, estoy aquÃ, reconociendo como siempre, que hay que ser humilde, y que si bien es indiscutible el hecho de saber que habrá quién oponga resistencia a lo que fuera de su ley, no hay existencia que pueda debatir lo que piensan de que su conocimiento encierra una verdad absoluta, pues yo le digo que mi verdad, es como la fruta natural que se da en el árbol de la sabidurÃa, el mismo árbol que dio el fruto del que comió Adán, para emprender la lucha de la búsqueda de sà mismo, no para renegar de su origen divino, ni del Creador de todo, sino para saber por qué, después del finiquito material, existe otra vida llamada eternidad.
SÃ, estoy aquÃ, valgo y cuento para mi Señor que me ha dado la misión de caminar al infinito para llegar al corazón de los que se han olvidado de que la vida sin amor, nos hará siempre lamentar el haber dejado el paraÃso para luchar con un sinfÃn de sentimientos encontrados que parecen chocar, pero que son complementarios como lo es la existencia del dÃa y de la noche y que sin reproche no nos permite olvidar, que siempre se estará mejor viviendo al amparo de la luz que emana de nuestro Creador, que en la oscuridad y que para acabar con ella, envió a su unigénito como Cordero Pascual para ser sacrificado para darnos la salvación y con ello una nueva oportunidad del gozo de una vida nueva, que se vive en su amor incondicional.
SÃ, estoy aquÃ, y sé que me escucharán todos los que han hecho oÃdos sordos a lo que aquà se ha escrito, aquellos que creen que su tiempo tiene un principio y un fin, sin pensar en la inmortalidad del espÃritu que mueve lo material a la maduración, para tener acceso al trono celestial.
enfoque_sbc@hotmail.com