Aquí no ha pasado nada…
Aquí no ha pasado nada, acaso, un poco del tiempo que Dios nos tiene destinado; ahora dile a tus hermosos ojos que me regalen la misma mirada del principio, la que abriera la ventana de los míos, para deleitarme con el amor que me obsequiara tu alma, mas, si tienes por excusa el no hacerlo, alegando que ese mismo tiempo del que hablo, afectó el límpido cristalino con el que decías ver la claridad de mis afectos de hombre enamorado, te diré, que jamás cerraste la ventana para evitar que yo te viera de otra manera, que no fuera la misma, con la que hoy y siempre te veo.
Aquí no ha pasado nada, y si en tu afán de atender otras voces más dulces que la mía, reprochándome que mi voz se escuche ahora más lejana, porque el tiempo se llevó con él las palabras de amor que mi corazón por ti derrama, yo te pido vida mía, que me escuches en esa muy tuya lejanía, para que sientas mi amorosa cercanía, porque el tiempo para mí, no es nada.
Aquí no ha pasado nada, tus labios siguen siendo el sol que ilumina mi cuerpo y su cálido deseo, cuando siento el frío de la distancia que insensiblemente en ocasiones nos separa, al pensar que el tiempo pudiera apagar la llama, que enciende nuestra hoguera, para fundirnos en la cama.
Aquí no ha pasado nada, el amor que mueve mis entrañas, es como la calma del mar tranquilo, que mece sus olas en rítmica armonía por la mañana, pero que lo mismo puede encender su furia por la noche, para responder al desafío que impone una gran tormenta insospechada, y dormir después tranquilo, despertando felizmente a un nuevo día.
Aquí no ha pasado nada, Dios nos acompaña como ayer, en nuestro primer día, nos acompaña hoy en nuestros momentos cálidos y fríos, en las tormentas y en su calma, y nos acompañará mañana, impulsando nuestro deseo de ser siempre felices, aunque pareciera que el mal tiempo, quisiera arrebatarnos la esperanza.
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