Del corazón, la distancia y el olvido

¿Entonces, todo acabó? Me dijo, sin mostrar la menor extrañeza,

Y yo, como no queriendo escuchar, pregunté, ¿me lo dices a mí?

sí, a quién más, dijo ella; la miré entonces de los pies a la cabeza,

¿Te conozco? pregunté, tomando el tiempo que en ello consumí,

pues el tiempo hoy es más que valioso, para demostrar la firmeza,

de todo lo que inquietaba a mi alma y lo mal que me hacía sentir.

Disentir quiero de tu concepto de amigo para no mostrar mi torpeza,

pues en ello pudiera evidenciar la causa de lo que me hace desistir,

en conservar lo que ambos construimos con humildad y nobleza,

más, si para ti todo es pasajero, qué sabor se le puede hallar al vivir,

no me lo tomes a mal, también el no compartir requiere de fortaleza,

y en la amistad, por amor, algunos les tocan servirse y a otros el servir.

Las ausencias evidencian muchas cosas, dejarse llevar por la naturaleza,

y con el tiempo ver llegar el olvido, ante la pérdida del interés por convivir,

o perderse en sí mismo, para hacer de la soledad una amistad de promesa,

de esas que son de apariencia, de decirte que se te extraña y es mentir,

donde el será mañana, pasado o después, sumándole a tu vida tristeza,

¿Entonces todo acabó? La verdad no lo sé, mi ser no puede consentir,

 que una amistad se pierda, por falso apego emocional o por pereza.

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