FORTALECIENDO LA FE

Entonces, dirigí la mirada al cielo, y antes de expresar mi sentir, ya tenía una respuesta; sí, me dijo, el mejor alimento y la mejor medicina es mi Palabra; Señor, le dije bajando la cabeza con sincero respeto, no soy merecedor de tal proeza, tu palabra es para mí más que eso, lo es todo, bien sé que no soy digno de que vengas a mí, pero una palabra tuya basta para sanarme.

Después de esa divina experiencia, la comunicación con el Creador ha estado siempre abierta, de hecho, ya no necesito mirar al cielo para buscar el consuelo cuando mi alma sufre por causas de mi desobediencia, pues su espíritu y su amor han sentado residencia en mi corazón.

Ahora quiero ser como un niño, quiero conservar mi inocencia como el mejor valor que puede tener un ser hecho a  imagen y semejanza de Dios, para agradar con humildad  a mi Maestro y Señor Jesucristo, he nacido a una nueva vida después de su gloriosa resurrección, más, sé bien, que por mi naturaleza humana, podría de nuevo caer en la tentación de ausentarme del adorado Señor, para esconder mi vergüenza cuando por la mala influencia del ángel caído, pudiera dejarme vencer por la tentación de pecar por mi falta de fe  y de mi imprudencia.

Tenme paciencia Señor, levántame en mis continuas y dolorosas caídas, ten misericordia de mí, porque soy una alma vulnerable y desvalida, mantén siempre encendida la luz de tu amor en mi corazón que te ama, para que pueda ver con claridad, cuando llegue la oscuridad a tentarme, a comer la fruta por ti prohibida.

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