Mi nieta María José, hábil como ninguna, tiene la gran fortuna de hacer brotar agua del desierto, y lo que cuento hoy es muy cierto, mira que, siendo ya casi viejo, me hizo verme ante el espejo para saber quien soy, me puso varios apodos, todos para retarme en un juego y demostrarle a mi ego, que no importa el tiempo pasado, que hoy también puedo ser feliz. Me invitó, pues, a un mágico viaje, me hizo entrar en su espacio, para hacer de mi yo niño, un ente feliz.

SI TÚ ME LO PIDES, IRÉ

María, si tú me lo pides, iré; la verdad, he estado un poco dormido,

pero una sonrisa tuya me devolverá a la vida.

María, eres un torbellino de energía, sólo basta una mirada tuya,

y recargo mis baterías, y la luz de mis esfuerzos es encendida.

María, descubriste que mi cansancio no era producto del tiempo,

era tan sólo la necesidad de sentirme impulsado por tu alegría.

María, eres la única persona que no me habla de problemas,

eres la única que me invita a olvidarlos.

María, la de los poderes mágicos, me conviertes en niño feliz

al incluirme en tus juegos y cantos.

María, aleja siempre mis tristes quebrantos, y has de mis días,

una sublime esperanza con tu amorosa alianza.

María, si tú me lo pides, iré a ese viaje maravilloso para llenarme

de gozo por estar cerca de ti.

María José, la nieta de mis tormentos, la más inquieta, la más feliz,

si tú me lo pides, iré al encuentro de esos días hermosos.

María me has hecho un abuelo feliz.

Dedicado a María José González Beltrán, por nuestro viaje de tres días al encuentro del sol y de la playa, en el mar de sus fantasías, el amor en familia, donde liberó sus temores de hija y reafirmó su amor por la vida.

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