Viernes para amar

Salomón Beltrán Caballero

Perdonar y ser perdonado.

Mírame hoy y mírame siempre, que sea tu linda sonrisa tu tarjeta de presentación, y que no importe el motivo que se presenta en la ocasión, quiero sentirme agradecido por ser a tus ojos digno de tan grata distinción.

Más, si el interés que te condujo a tocar la puerta de mi corazón, es ajeno a la emoción que en mí despierta, no te preocupe hacerme caer en la decepción, porque yo habré ganado al recibir la bendición, que me llega a través de la luz de tu fugaz intento de caricia.

Mira, te diré una cosa, no pretendo confundir con palabrería empalagosa mi gratitud expresa, verás, resulta en ocasiones, que mi alma pareciera de amor estar desierta, más te aseguro, que mi anhelo es sentirme satisfecho del amor que siento por aquellos que comparten una misma vocación: el vernos todos como hermanos como lo ha dispuesto Dios.

Podrías pensar que la confesión expresa deje en evidencia una vana pretensión, no, no es esa la razón, más, cuando se ha sido objeto de engaños y bajezas, desconfiar de todos justifica la extrema precaución, que sin juicio, sienta en el banquillo, por cualquiera acusación, al que exhibe la sinceridad y transparencia de su noble corazón.

Si mis palabras no fueren suficientes para limpiar la torpeza de quienes han labrado una triste historia, de la condición malsana del hombre sinrazón, deja al menos un pequeño espacio en tu corazón, para darle el beneficio de la duda a quienes quieren ser parte activa de la renovación, que nos conduzca a la humanidad, a renacer a  una nueva vida, porque bien lo dijo Jesús: “En verdad, en verdad os digo, que él que no naciere de nuevo del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3: 5).

Ahora, sonríele a la vida, que con ello le muestras al Señor la gratitud por el don más preciado que te concedió, que oportunidades habrán suficientes para valorar tu capacidad de perdonar y ser perdonado, por todo aquel pecado cometido, de pensamiento, palabra, obra u omisión.

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