Si me preguntan desde cuando la quiero, ¡desde el primer momento! sin titubear les contesto, porque lo que siento por ella no es un sentimiento cualquiera, es amor sin excusa ni pretexto, aunque ella por sospechas o razones infundadas no me crea, porque me pierdo en ocasiones en un valle de amargura, que me hace perder la cordura y desesperado despierto en el cielo, amando a Dios con locura, para que me regrese a la tierra, y en ella el aliento, para seguirla amando, cuando despierto su total desconcierto.

A LA MUJER QUE SIGO AMANDO

Pienso en ti, en la mujer del amor sincero,

en la que cautivó mi vida con sus bellos ojos,

en ti mujer, en la única que quiero.

Pienso en ti, en la que me dio sus brazos,

me llenó de besos, encendió mi fuego

y se unió a mi vida con tan fuertes lazos.

Pienso en ti, como la amiga que escucha el ruego,

de mis tristezas, alegrías y fracasos,

la que amorosa y tiernamente me da consuelo.

Pienso en ti, la esposa que comparte mis esfuerzos,

que lucha incansable, sin importar desvelo,

por mantener siempre vivos nuestros sueños.

Pienso en ti, como la amante que deseo,

la de cálidas caricias y fogosos besos,

y con todo ello me hace recordar por qué la quiero.

Pienso en ti, en la madre de mis hijos tan hermosos,

la que sufre, la que llora, la que vale más que el oro,

la que calla y nos protege a todos con sus rezos.

Pienso en ti, María Elena, mi preciado tesoro,

quien me acepta y perdona mis defectos,

y es en ti mujer, en la que pienso…  ¡a la que adoro!

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