De lo sencillo es la grandeza

Busca la noche para que te cobije con su fino manto de estrellas, búscala, cuando el frío de la soledad te alcance inmisericorde, por no poder encontrar el balance que le dé calma y paz a tu alma; hazlo, cuando a tu brillo personal no le alcance para poderte cobijar como es, sin esfuerzo, la costumbre, así, cuando la luz del día se torna gris por el peso de la sombra que se forma de las muchas palabras que chocan entre sí, por no poder entrar por la ventana del auricular, que se niega a escuchar, por considerar sin importancia la necesidad que hace que tu cuerpo se derrumbe.

Más, pon atención, camina con cuidado y de frente, porque con el tono oscuro tan frecuente de la necedad, te pueda alguien confundir con un paria o delincuente, y no con la entidad luminiscente que tiene por virtud escuchar primero aquello que muchos no pueden percibir, debido a la densa saturación de tan pesado ambiente.

Que tus ojos sean como la luz del faro que guía a buen puerto al barco de tu vida, que desesperado busca refugiarse de la trágica calamidad que acompaña a la tormenta, y cuando ésta haya pasado, mantén la calma, y callado escucha con atención el potente y rítmico sonido del estridulante canto del grillo, que sin importarle lo sucedido, frota sus alas para hacerle saber al que lo escucha, que está vivo, aunque por su color y tamaño, en la oscuridad referida, nadie lo pueda encontrar.

No busques por ello la grandeza, en el magnánimo esplendor de la mañana, porque es tanta la extensión de su belleza, que nadie que dependa, para vivir de su naturaleza, podría notar la diferencia que al siguiente amanecer acompaña, busca en la sencillez del grillo que canta sin importarle  a quién lo haga, pues no tendrá competencia alguna, que quiera arrebatarle su grandeza, y se deja escuchar, aún en la distancia y en la inmensidad del universo del que forma parte, para anunciar su destacada y singular presencia.

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