No te rindas.

¿Y a quién le importará lo que fuimos ayer y somos ahora? Si el mismo viento inesperado llega y se va, como lo hace también el calor o el frío, o cómo el agua que corre por el río.

¿Y a quién le habrá importado lo que de tu vida fue o ha sido,  si no pudo ni asimilar lo que ha sido la suya?

¿A quién le importará entonces el desvarío que te lleva a la confusión y olvido, teniendo como fiel testigo al tiempo y a la edad  que te obliga a hacer todo por costumbre?

Y yo que estoy tan cerca de ti, aparentando valor noche y día, temblando por dentro aunque me ría, de sólo pensar que un día en un instante o momento, el mismo viento inesperado arranque del árbol de la sabiduría, la última hoja que demostrara qué aún le quedaba vida.

¿Por qué preocuparse ahora, en el que nuestro tiempo avanzado, nos quiere hacer sentir más que cansados, para poder desistir de nuestro  empeño anhelado, de estar por siempre enamorados?

¿Por qué ahora que el resto del mundo, pareciera estar moribundo, al verse con miedo, y tristemente resignado, a vivir limitado para sobrevivir.

He ahí al niño, consumido por la atracción de la pantalla y su brillo;  ve al joven, que parece conforme  con seguir lo deforme para poderse adaptar; ve al adulto inseguro, que  pisa con suavidad para no ser sorprendido cuando quiera tomar lo que no es suyo.

Mira al viejo que callado, se traga dolor y orgullo, cuando se cansa de tocar a tu puerta  para poder hacerse escuchar.

¿A quién le ha de importar lo que piensas o lo que haces, cuando se extravió la esperanza, al perder la confianza de demostrar que todos podemos cambiar, para regresar al presente.

A pesar de todo, nunca pierdas la fe en ti, y no dejes escapar de tu vida, el amor que mantiene unida la razón de vivir.

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