En marzo de 2021 escribí sobre el último estudio que había hecho la empresa Gabinete de Comunicación Estratégica, en donde nuestra querida Victoria apareció como una de las 4 peores ciudades para vivir en el país, junto con Ecatepec (Estado de México), Tehuacán (Puebla), y Othón P. Blanco (Quintana Roo).

De acuerdo a la información que ofreció la empresa sobre este ejercicio, y a lo que dijo Liébano Sáenz, su presidente, se tomaron en cuenta las 76 ciudades más pobladas de México, realizándose entrevistas telefónicas a más de 30 mil mexicanos, para preguntarles sobre: 1) satisfacción en su nivel de vida, 2) las actitudes y comportamientos de los miembros de su entorno, y 3) la opinión respecto a los servicios y funcionarios de su localidad.

Tal vez, estimado lector, se acuerde de aquel texto que escribí al respecto, o ya haya leído o escuchado hablar de este ejercicio estadístico que se publicó a finales de 2019 (hace tres años y medio), ya que fue difundido incluso por algunos medios de comunicación locales.

Sin embargo, lo que aquí quiero destacar, como lo hago, no es el vergonzoso lugar que tuvimos en aquella medición al encontrarnos dentro de las cuatro peores ciudades para vivir, quiero referirme en particular a que, en el rubro “Percepción de gobernantes” fue Victoria el peor calificado de las 76 ciudades con mayor población en el país.

Es decir, de todos los mexicanos entrevistados, fuimos los victorenses quienes dimos la calificación más baja (12 puntos) a nuestros gobiernos.

Dicho de otra manera: ¡El pulso social de los victorenses en relación a nuestros gobernantes municipales viene siendo el de mayor repudio en todo México!

Por eso, considero no es casualidad que desde 2016 los capitalinos hayamos tenido alternancias consecutivas en 2018 y en 2021. Ello refleja inequívocamente que aquellos números del Gabinete de Comunicación Estratégica son correctos, tan lo son, que el victorense ha venido castigando en las urnas, generándose ya una inercia en ese sentido.

Y es que, Victoria, estimado lector, merece un buen gobierno. Uno que con honestidad, seriedad, profesionalismo y visión de futuro sea capaz de sacar a Victoria de la vergüenza nacional en la que nos han metido en los últimos años los mediocres liderazgos que han estado al frente de la toma de decisiones en la capital.

Urge un cambio de pensamiento y de mentalidad en Victoria, y esto solo puede venir de personas que no lleguen a robar, de un liderazgo que tenga la suficiente credibilidad social, arraigo en la ciudad, el empuje, la fuerza y sobre todo, la visión y preparación necesaria para otorgar a Victoria el lugar que nos merecemos, en el plano nacional, en el plano estatal, y en la historia.

Decir la verdad, y generar soluciones reales para mejorar la calidad de vida de los victorenses, con inteligencia, sensibilidad y empatía con la realidad.

Victoria merece un buen gobierno. Ya.