Coincido con todos aquellos hermanos, que dicen que todos los días son diferentes, seguro estoy, que a pesar de enfrentar una serie de importantes retos en su día a día, siempre tratan de poner su mejor cara y dar lo mejor de sí para su bienestar y el bienestar de la comunidad. Me jacto de ser una persona muy observadora, me gusta descubrir todos los cambios que se dan en mí y los que se dan en mi entorno, por ejemplo, y haciendo alusión al período vacacional, he observado lo siguiente:
1.- No importa el hecho de saber que, a pesar de tener varios días de asueto, indistintamente, siempre me acuesto y me levanto a la misma hora, si me quedo una hora más en la cama, mi cuerpo se encarga de levantarme debido a incómodos dolores de espalda y cuello.
2.- En los días de vacaciones, logro recuperar mi sentido del gusto, ya que, en las semanas laborales e incluso en los fines de semana correspondientes, el tiempo que pasa el bolo alimenticio en mi boca, es directamente proporcional al acelere que siempre tengo para cumplir a cabalidad con mis obligaciones, me basta sólo dos masticadas para apurar el alimento y deglutirlo.
3.- Conforme pasan los días de descanso, logro relajar mis músculos hasta un 50%, pero, en lugar de sentirme mejor, empiezan a salir nuevos achaques o tal vez estos ya estaban ahí, pero debido a mi estado de estrés, la hiperestimulación y liberación de hormonas (catecolaminas) que aparecen en el estado de alerta máxima, no se asomaban; entonces, deseo regresar al estado, que por razones obvias, imagino que toda la comunidad igualmente experimenta y es el que se define como distrés.
4.- En esos días de “descanso” curiosamente nos percatamos que en nuestro hogar, habíamos estado posponiendo arreglos, que consideramos al principio, de poca importancia, pero que son un verdadero caos, precisamente en nuestras vacaciones, por ejemplo: La mesa del comedor a la cual mis nietos la bautizaron como “La Mesa de Pisa” debido a la cada vez más visible inclinación en uno de sus extremos; o la presencia de aquel fenómeno que apareció en una de las paredes y que se caracteriza por un pequeño montículo de tierra, donde mi nieta Andreita me dijo que si podía sembrar una semillita y que resultó ser un nido de termitas. O la otra como el haberme percatado que tengo cuatro cajones llenos de calcetines y que estos datan desde que estaba en la Preparatoria.
5.- Paradójicamente, en días de vacaciones, es cuando más se exacerban las patologías terminadas en “itis” entre ellas la gastritis y la colitis, esto debido a que mi Chef oficial también está de vacaciones, y son frecuentes las vistas a los restaurantes. Además, me bastan diez días de vacaciones, para echar por la borda mi control de peso.
Podría seguir enumerando lo que podríamos llamar efectos secundarios de las vacaciones, pero, esto podría generar confusión en la opinión que tienen mis queridos lectores, sobre el buen ánimo y el amor por la vida que me caracteriza, así es que, hay que buscarle siempre el lado bueno a los beneficios que nos aportan nuestros derechos laborales. ¡Felices vacaciones para todos!
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