Se ha desatado en torno al programa de vacunación contra la COVID-19 una serie de pronunciamientos y posturas políticas que es necesario dilucidar.
La más socorrida es que la vacuna fortalecerá la popularidad del presidente y ésta servirá para darle a Morena el triunfo en las elecciones federales y en las locales de este año.

Es la visión dominante tanto en un sector de integrantes de Morena como en un amplio espectro de la oposición, y a partir de este diagnóstico derivan sus respectivos posicionamientos políticos.

Por ejemplo, quienes simpatizan con el partido tienen confianza en que la popularidad presidencial se traducirá de manera automática en votos, y buscan colgarse literalmente de ella para ganar en las urnas.

Por otro lado, la oposición busca a toda costa maximizar y denunciar los presuntos errores de la estrategia de vacunación, con el fin de llevar agua a su molino, es decir, bajar la popularidad presidencial y aumentar las posibilidades de lograr una mayor cantidad de votos.

Considero que un extremo y el otro están equivocados. Es decir, ni la vacuna dará en automático más votos y posiciones a Morena ni el tema de un presunto mal manejo de la pandemia y de la vacuna impactarán de manera determinante la popularidad presidencial.

Para que la alta aceptación ciudadana del presidente AMLO (quien está entre los tres mandatarios mejor evaluados por sus connacionales) se traduzca en votos, Morena debe trabajar muy duro hacia adentro y hacia afuera de la organización.

Hacia adentro, debe cuidar pulcramente la selección de sus candidatas y candidatos, desarrollar organicidad (estructura y organización) y, ante todo, salvaguardar la unidad política del movimiento. Morena sigue siendo el referente de muchas personas votantes, pero le falta implante territorial y le sobran diferendos internos.

Hacia afuera, debe sumar al nuevo electorado (jóvenes y mujeres independientes) y a la ciudadanía con causas sociales propias de los tiempos contemporáneos (feministas, ambientalistas, nuevo sindicalismo, movimientos de reivindicación popular, etc.).

La vacuna podrá ayudar a consolidar el prestigio del presidente AMLO, pero no necesariamente beneficiar al crecimiento de Morena. Sobre todo, si observamos que desde el inicio de la pandemia en marzo del año pasado la popularidad del presidente va por un lado y la de Morena por otro.

Por su parte, el bloque opositor considera haber encontrado en la presunta mala gestión de la pandemia y de la vacuna la oportunidad para ganar votos. Si tal es su principal estrategia, parecen pender de una jeringa de cinco mililitros. La alta aceptación del presidente no depende tanto del manejo de las crisis sanitaria y económica, sino del blindaje social y de sus atributos personales (honesto, trabajador y cercano a la gente) que ya están enraizados en el imaginario colectivo.

En síntesis, la vinculación entre popularidad presidencial, vacuna y elecciones tiene más matices y aristas que la observación a primera vista.

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