Aunque ya venían advirtiéndose una serie de malas decisiones gubernamentales en la administración AMLOista, la renuncia de Germán Martínez a la Dirección General del Instituto Mexicano del Seguro Social, exhibe ya el descontrol y consecuencias que ha generado la absurda política de austeridad.
Preciso que la califico de absurda, porque como ya hemos sostenido, la corrupción no se combate con austeridad: la corrupción se combate con castigo a quienes incurren en ella, pero en Palacio Nacional parecen no querer verlo así, y simulan estar en contra de la corrupción de antes, con una ya peligrosa política de “austeridad republicana” (como le llaman).
También es justo aclarar que la austeridad en sí, no es una mala idea y mucho menos señal de irresponsabilidad en el ejercicio del gasto, al contrario, pues: ¿Quién no agradece en estos tiempos un gobierno austero?
Pero esta austeridad, la de hoy, la de AMLO, es mortal.
Y es que así como en tiempos de Peña Nieto sostuve en este espacio que estaba de acuerdo con la expresión “la corrupción mata”, en virtud de aquella desafortunada muerte de dos personas en Morelos producto del socavón, creo que hoy no resulta exagerado señalar que, una austeridad que no jerarquiza bien las prioridades en el ejercicio del gasto, una austeridad irracional que sólo quita o reduce recursos de una u otra parte -sin planeación- y a contentillo de una persona (que además, dista de ser alguien que domine el rubro de finanzas públicas), una austeridad que prefiere regalar dinero a personas que no lo ganan en vez de invertirlo en algo tan delicado como la salud pública, es, va otra vez, una austeridad mortal.
La salud es un derecho humano que debe garantizarse por el gobierno, por tanto debe ser la prioridad de prioridades, y en el caso, las máximas parecen serlo la demagogia y los resultados electorales del próximo domingo.
Finalmente, hay que decirlo, afortunadamente para el bien de millones de mexicanos, apenas hace dos días la Secretaría de Hacienda liberó 800 millones para el Sector Salud que habían sido -increíblemente- retenidos en función de la austeridad. Empero, tuvo que renunciar el Director General del Instituto, tuvo que reclamar gran parte del país en redes sociales y, aunque sería difícil comprobar el nexo causal, seguramente hubo consecuencias mortales en más de un usuario en las instituciones nacionales de salud, derivadas de estas tonterías presupuestarias.
En fin. Sí, a la austeridad; sí, al combate efectivo a la corrupción; incluso sí, a su Cartilla Moral. No, a las ocurrencias; y no, a la negligencia en la toma de decisiones sobre el gasto que, conviertan, poco a poco, a esta austeridad, en una que mata.