La iglesia católica en su caminar litúrgico sigue celebrando la resurrección de Jesucristo. Cristo resucitado sigue presente no deja solo ni huérfanos; su espíritu está presente siempre en la Iglesia. La Palabra de Dios nos comunica esa verdad. La paz de Cristo no es como la que da el mundo, la paz de Cristo resucita, conforta nuestra debilidad, resiste el dolor, las pruebas, las humillaciones.
Es una paz que proviene del interior, y nadie la puede quitar. La paz que da el mundo es más ilusión que alegría, mientras de Cristo es alegría liberadora que llena el corazón e incluso del miedo a la muerte.
Se está esperando Pentecostés que nos invita a prepararnos a recibir al Espíritu Santo que Jesús promete y que dará la paz deseada que llena de alegría la vida de la Iglesia. El Espíritu Santo sigue siendo el protagonista visible de la Iglesia y de todos los que la forman.
El tiempo pascual que estamos viviendo a los cristianos nos hace sentir más comunidad pascual. Eso quiere decir que unidos alrededor del Señor resucitado, nuestra fe se ha fortalecido y nuestra caridad ha aumentado. Somos la comunidad del Resucitado y estamos viviendo la alegría de la pascua. La comunidad eclesial que conformamos es como la ciudad esplendorosa de la que habla San Juan en el libro del Apocalipsis:
Fundamentada en la fe de los apóstoles abierta a propagar el mensaje de la resurrección.
Hemos de ser abiertos y comprensivos, capaces de dialogar sin querer imponer nada, y ofrecer lo que tenemos y creemos, tanto en el campo familiar como profesional o social. Nuestro mensaje y nuestro testimonio ha de llevar y trasmitir la alegría que llevamos dentro del corazón.
Que la alegría del Señor Resucitado sea nuestra fuerza.