Sin duda que si nuestro estado anímico no es bueno, se reflejará en todo aquello que hagamos; en el hogar, por ejemplo, empezaremos por encontrarle defecto a todo, que si le pusieron mucha sal a la comida, que si la ropa está mal planchada, que los niños hacen demasiado ruido, en fin, de momento no pensamos que estamos siendo influenciados por nuestro desagrado personal por aquello en lo que no estamos de acuerdo. Si vamos rumbo a nuestro trabajo o a dejar a nuestros hijos o nietos a la escuela, de inmediato, nuestro estado anímico negativo sobresale, al estar quejándonos de la cantidad de tráfico que hay en las horas pico o de la forma en que manejan los demás. Si van muy rápido y no respetan las señales de tránsito o si van muy lentos y entorpecen el tráfico, si traen un vehículo en malas condiciones mecánicas y de sus escapes emana una densa capa de humo; también nos quejamos de las pésimas condiciones de las calles y de ahí nos pasamos a criticar a las autoridades que tienen bajo su responsabilidad el mejorar la vialidad y la obra pública municipal. Qué decir en el trabajo, si por todo lo anterior no llegamos a tiempo y el estacionamiento está saturado, por necesidad tendremos que estacionarnos en doble fila, entorpeciendo con ello, la salida de algún vehículo. Poco a poco nuestro sentido del humor se va extraviando en una ola gigante de motivos justificados, en ocasiones, y en otras no tanto, ya que no recurrimos a algunas estrategias para evitar que nuestro estado anímico empeore. Al estar de lleno ya ejerciendo nuestra función nos encontramos de pronto en un ambiente donde a todas luces se ve el estancamiento laboral, de nueva cuenta se ponen en evidencia los motivos: la falta de recursos materiales, la falta de estímulos laborales para incentivar la productividad, las presiones ajenas a la normatividad plasmada en las Condiciones Generales de Trabajo, una población usuaria igualmente condicionada a generar un estado de ánimo deprimido, un enfoque laboral que ya no va acorde a las circunstancias económicas y políticas actuales, donde todos nos sentimos amenazados por algo o por alguien y no encontramos una solución que pueda conciliar el interés social que pueda reflejarse en ese anhelado bienestar que todos deseamos y donde todos podríamos contribuir para allegárnoslo si cada uno de los actores fuéramos congruentes entre el decir y el hacer.

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