Ahora que iniciamos clases en el estado, en todos los niveles sin excepción, hemos visto cambios que es importante destacar, impulsar o rechazar.
Siempre nos hemos quejado la mayoría de los automovilistas del tráfico que se origina en las puertas de entrada y salida de las escuelas, y vemos con tristeza que somos los ciudadanos más exigentes –gritones y pedantes- los que más exigimos; no somos capaces de medir con el mismo rasero: una persona reclama airadamente a alguien que se estaciona en doble o triple fila, pero cuando lo hace y alguien le pide se quiete, se molesta y dice que no entiende tanta molestia, porque al fin y al cabo “es solo un momento”.
Injusticia por donde se le vea. Y es el eterno reclamo de los que manejamos: orden en las escuelas.
Pues este lunes que comenzaron las clases en varias escuelas hemos visto a elementos de la Dirección de Tránsito del Ayuntamiento trabajar como deben, con energía y procurando que los “influyentes” de siempre le bajen tres rayitas a sus gritos y prepotencia, y están procurando hacer valer la ley.
Mire, es muy claro: la ley no permite que nos paremos en la puerta de la escuela a esperar que se quiten los demás: hay que alinearse, y si no hay lugar, busque más lejecitos y camine para dejar a sus críos.
Si no le gusta el amontonamiento de carros, levántese más temprano y asunto arreglado.
Es tiempo, sinceramente, de que nuestras leyes se cumplan y la ciudadanía no se desilusione más de lo que ya estamos de nuestras autoridades: que veamos que hay ley y que se procura su cumplimiento, porque luego llega cada camioneta con calcomanías oficiales, vidrios polarizados, conducida por un patán o una prepotente señora que lleva en su mano su celular, como si fuera tan importante la persona, y reniega de las leyes, pero no cumple ni con los cinturones de seguridad, el celular, la velocidad y el donde estacionarse.
De esto está lleno Victoria, y para no dejar mentir al columnista, salga cualquier día y vea la cantidad de personas que manejan con celular en mano, con exceso de velocidad, sin cinturones de seguridad, y los agentes no acostumbran “molestarlos”, porque resultan que son “Don Picudo” o “Doña Picuda o esposa de Picudo”, y en un minuto cesan a los agentes, hablan con Oscar o con Frencisco para que les “respeten”, y así se las gastan.
Siendo sinceros, eso sucede todos los días.
Y ahora hemos percibido que hay mayor participación de Tránsito y sus elementos, que procuran que la ley se observe.
Entendemos la situación y que hay congestionamientos, pero, por favor enseñemos a nuestros hijos que en una sociedad todos somos importantes, y que al menos, muevan su anatomía en forma diligente cuando se llega a la escuela.
Dicho en otras palabras: QUE SE BAJEN RAPIDO DEL AUTO, y dejen de despedirse como si fueran de viaje por un año, y todo lo anterior, en aras de una mejor convivencia, y de pensar en los demás, lo que nos ha faltado a casi todos.
Suponemos que podemos estacionarnos, parar intempestivamente, y ni por equivocación volteamos por el retrovisor a ver si alguien viene detrás, y si viene… pones las luces de estacionamiento –flashers- y ¡listo! Como si con eso se volvieran invisibles los estorbos automotrices.
Enseñémosles a respetar a los demás para hacerse respetar. Un patancito hijo nuestro que se siente más importante que nada, que se siente bordado a mano, no es bien visto en ninguna parte, y es un monstro social que degenerará en un junior, un muchacho altanero y mal educado. No olvidemos que la mayor responsabilidad en la educación de los hijos es de los padres.
A la escuela se va a aprendes, pero la educación, propiamente dicho, corresponde al entorno familiar.
Ya no queremos más juniors y esos especímenes odiosos. Colaboremos todos a mejorar nuestro entorno, y un aplauso a Tránsito por lo que está haciendo.
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