Al despertar tomo conciencia, y antes de abrir los ojos me digo: aún hay tiempo. ¿Cuánto? No lo sé. Pero la verdad no importa, por hoy, todavía hay tiempo. Me cuestiono, ¿qué falta por hacer?, ¿qué, por decir?, ¿qué por terminar?

Esa fue mi gran lección aprendida en los últimos dos años de pandemia. Cuántos que aún extraño, se fueron inesperadamente y, de vez en vez, tropiezo con los restos de sus proyectos que quedaron a medias, mudos recuerdos de sueños y aspiraciones, que no pudieron concretarse; esfuerzos, afanes, que se han desvanecido como una huella de lo inevitable.

He visto en el cesto de la basura sus objetos personales, esos que decoraron sus espacios y dieron vida a su rutina. Viejas y descoloridas fotos y papeles han volado por el aire.

Solo han quedado plantas secas y sin flores, donde se cultivaba un jardín esplendoroso de rosas, geranios, lirios y tulipanes; árboles de aguacate, mango, mandarinas, naranjas, plátanos, duraznos y uvas, que solo en el recuerdo perviven y ahora, son arbustos los que sobreviven a la ausencia, en una casa en penumbras, húmeda y semi vacía.

¿Habrá quienes continúen su obra, o finalmente será derruida y sepultada en el olvido? Lo más probable, es más, casi estoy segura, es que acabarán con ella, porque ¿quién sacrifica sus sueños para darle vida a aquéllos que fueron concebidos por alguien más, que ya no está para supervisar su avance o su realización?

La vida empieza y acaba en cada uno de nosotros. Construimos sueños y luchamos con desvelo por hacerlos realidad. Dejamos tanto en el camino, por aferrarnos a cosas que consumen nuestros días y nuestra energía, sin apenas darnos cuenta de que en cualquier momento ya no habrá más tiempo.

Dejamos de disfrutar las cosas simples, y les restamos su valor, porque apenas si las percibimos a fuerza de coincidir con ellas; y sin embargo, nos son tan necesarias, pero a la vez tan ignoradas, porque siempre están al alcance de nuestra mano.

Solo basta abrir el alma y tocar el corazón, permitirnos sentir y consentir la nobleza de compartir lo que somos, lo que tenemos con lo que más amamos, esos que nos dan de igual forma, lo mejor de si mismos transformando nuestro mundo y dando sentido y razón a nuestro existir.

Todavía hay tiempo para volver la vista al horizonte y contemplar estos atardeceres de remanso y paz, dejar por un momento la prisa, ese correr a diario, desenfrenado, que atrapa nuestra atención y ocasiona tantos olvidos.

Todavía hay tiempo para entender la importancia de los días, las horas y los años, porque como aseguraba el astrónomo suizo Theophrastus, “el tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar”.

O como lo dijo el expresidente uruguayo Pepe Mujica, en 2014 al recibir la distinción Orden Nacional al Mérito en grado de Gran Collar en Ecuador, “si eres joven, tienes que saber esto: ¡la vida se te escapa y se te va, minuto a minuto, y no puedes ir al supermercado y comprar vida, entonces lucha por vivirla, por darle contenido a la vida!”

Todavía hay tiempo para aprender a escuchar, para tender una mano y brindar un consejo; todavía hay tiempo para sentarnos a descansar, para encontrar de nuevo el camino.

Todavía hay tiempo para abrazar, para decir te quiero, te necesito. Todavía hay tiempo para descubrir la nobleza de dar, y dejar a un lado el egoísmo de esperar siempre sin dar nada a cambio, sin hacer el menor esfuerzo por construir.

Todavía estamos con vida y podemos disfrutar de todo lo que se nos ofrece. Todavía hay tiempo de viajar y conocer la diversidad de razas, culturas, idiomas, religiones, colores de piel y un sinfín de gente que siente, que piensa y que es diferente a nosotros.

Todavía hay tiempo para ser humildes y reconocer la grandeza en los demás, en esos que nos hacen más fácil el día. Todavía hay tiempo para agradecer y corresponder a los detalles. Todavía hay tiempo para darle sentido a nuestra existencia. Para poner en el centro de nuestra vida motivos que nos ayuden a trascender.

Todavía hay tiempo para descubrir que un día, todo terminará. Entonces, ahora que todavía tenemos tiempo, porqué no aprovecharlo para vivir a plenitud, dejando atrás todo aquello que nos impide estar preparados para marcharnos satisfechos, no solo del deber cumplido, sino agradeciendo la dicha de haber sido parte de este maravilloso universo que custodia por siempre la vida.

Les comparto mis redes sociales:

Facebook: @MiradadeMujer7/lcp

Twitter: @MiradadeMujer7