En eventos poco fáciles, los partidos políticos están dando a conocer, al llegar la fecha límite, la lista de sus candidatos a diputados locales que jugarán en junio próximo en los comicios y buscarán la supremacía legislativa, hoy tutelada por el Partido Acción Nacional, y que muchos piensan que sería tomada por Morena, ese fenómeno político que ha logrado conjuntar a una gran mayoría de gente resentida con el poder, ninguneada y hecha menos, y que bajo una y mil promesas creyeron que cambiaría el asunto.
Si bien es cierto que nada ha cambiado, siguen con la esperanza de ser ellos los iniciadores de un cambio en la entidad. Por su parte, el Partido Revolucionario Institucional hace esfuerzos por resurgir en una entidad donde durante más de 7 décadas fueron los que tomaban la batuta. Hoy, todo ha cambiado.
Y en cada instituto político, más o menos visto, pero hay grupos de interés por el poder; sabemos que algunos se conforman con una ambición desmedida y otros también, es decir, todos tienen ambiciones políticas que pocas veces tienen que ver con los intereses de una sociedad que busca afanosamente lo que no existe: servidores públicos con espíritu de servicio total.
En esas luchas ya se hacen alianzas con personajes de los comités nacionales, con otras figuras y unos estiran, otros aflojan, pero todos buscan la nominación. Recordará el lector la triquiñuela que ha hecho el representante mayor del Movimiento Ciudadano para dejar como herencia a su esposa en una curul, como si la política se aprendiera por ósmosis o por vivir en el mismo techo.
Se olvidaron de que la política se lleva y desarrolla en forma personal para el servicio de los demás, y creen que sus hijos o familiares cercanos tienen ese ADN para seguir conectados a los presupuestos oficiales, y vivir decorosamente a costilla de un sistema político que permite este tipo de irregularidades.
Quienes son los buenos y quienes los oportunistas, eso lo decidirá la ciudadanía, en primera instancia, cuando se registren en definitiva los personajes, y en seguida, con los votos que habremos de emitir en el día de la jornada electoral.
Quienes están más metidos en estos asuntos de partido sabrán qué hacer y a quien elegir sin dejar muchas heridas, porque somos tan especiales que siempre, el que no queda, se llena de heridas que desea curar a costa del bienestar de otros, sin pensar en la inexistente unidad partidista.
La unidad partidista ha servido históricamente para sacar del poder a un grupo y tomarlo el nuevo, pero no para unir o servir, y eso lo tenemos más que claro.
Sería muy inocente pensar que todos esos tamaulipecos que viajan todos los días y hacen reuniones a costa de su bolsillo -aparentemente- lo hacen por el afán de servir a los demás y hacer leyes más justas. Hace mucho dejamos de creer en este tipo de cuentos infantiles e inocentes.
Lo que sí es muy cierto es que siguen los arrebatos y negociaciones. Justo es decir que hay quienes hacen estos trámites en forma más civilizada que otros: vemos plantones, tomas de oficinas, a quien apedrea a los demás, y quien en una reunión busca el consenso, es decir, que hay de todo y solo deseamos que la violencia no asome y deja sus huellas y cicatrices, que son imborrables y pasan factura tarde o temprano.
Ya falta muy poco y sin lugar a duda, una gran responsabilidad será de los actuales alcaldes: lo que hagan o dejen de hacer marcará el rumbo del voto, porque la gente todavía cree que su voto de castigo funciona, o un justo premio a un buen administrador municipal.
Así que, no les queda más a los partidos políticos que exigir a sus alcaldes que hagan bien las cosas, ya no porque lo prometieron, sino por conservar un Congreso, hoy panista, que no quiere ceder la tutela a los que tomaron el poder en los tres niveles y formas y lo han ejercido de una forma poco responsable, que a muchos se les antoja arbitraria, y para ejemplo tenemos mil y un casos donde hemos visto la existencia de un Senado y un Congreso de la Unión que solamente reciben línea, órdenes, es decir: se agachan ante la indicación de arriba.
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