Uno de esos días en que el tiempo te recuerda que le debes algo, llegué por la noche hasta mi recámara sintiéndome vencido por el cansancio, entonces, me dejé caer en la cama y a los pocos minutos me quedé profundamente dormido; que por qué lo sé, pues, porque soy una de esas personas que no logran desconectarse del todo mientras duerme, y con ello logro experimentar sueños tan vivos; si sueño que corro, amanezco cansado, si sueño eventos agradables despierto feliz.

En esa ocasión, me vi en el sueño rodeado por mis siete nietos, formando una especie de consejo familiar y habían decidido que compareciera ante ellos; Sebastián, el mayor de ellos de 12 años de edad, asumió el liderazgo y me explicó que la reunión tenía como objetivo el darme a conocer lo que pensaban de mí, y fue él quien tomó la iniciativa, dirigiéndose con las siguientes palabras: _Abuelo, yo sé que tú quieres que por ser el mayor de todos tus nietos, madurara lo más rápido posible, y que con mi ejemplo guiara a los demás, pero, he de recordarte, que en ocasiones, quisiera permanecer en esta etapa para que me siguieras consintiendo como a un niño, porque la adolescencia, sin duda, me impone muchos retos y aún no sé cómo enfrentarlos; quisiera decirte que me agrada tanto que te tomes el suficiente tiempo para escucharme y explicarme aquello que aún no puedo entender.

Después tomó la palabra Emiliano, el segundo de mis nietos, y dijo: _Abuelo, quiero disculparme contigo porque en ocasiones no te correspondo como te mereces, te he sentido tan cerca de mí que he llegado a pensar que soy tu consentido y eso me hace sentir feliz; no quisiera decepcionarte nunca y aunque llegue el tiempo en el que podríamos estar separados, debido a mis estudios, nunca te olvidaré.

El siguiente turno lo tomó Andrea y comentó lo siguiente: _Abuelito, yo te quiero mucho y sé que tú también me quieres un montón, también me siento tu consentida, no porque me lo digas, sino porque me lo demuestras. Fernanda le siguió a Andrea y dijo: Aunque no te vea muy seguido, te quiero mucho y siento que tú me quieres igual, quisiera pasar más tiempo contigo para conocerte más y poder estar siempre en tu corazón.

La amorosa Valentina con la inocencia que la caracteriza comentó: _Yo ya me aprendí tu nombre, al principio estaba confundida, llegué a pensar que eras mi tío, pero ahora sé que eres mi abuelito y te quiero mucho.

La inquieta María José estaba desesperada por hablar y tomó su turno comentando lo siguiente: _Dime abuelo ¿quién te recibe todos los días cuando llegas del trabajo? ¿Quién te desea siempre que estés bien? ¿Quién se duerme para darte un momento de paz?

Te quiero decir que me gustaría mucho que tuvieras más paciencia para que te dieras más tiempo para jugar conmigo.

Unos enormes ojos me miraban con evidente ansiedad, levantaba su brazo con insistencia para hacer notar su presencia, era José Manuel de apenas 1 año, quien desesperado empezó a gritar Abuelo… Abuelo y ya más cerca de mí dijo: _Sé que piensas que no tengo las palabras suficientes para expresar lo que siento, cada vez aprendo más, pero me bastan las que poseo ahora, para hacerte sentir lo mucho que te quiero.

Desperté sintiendo que todo era real y en verdad lo es, así lo narro y así lo siento.

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