De pronto me quedé dormido frente al monitor de la computadora y empecé a soñar que mientras me inspiraba decidí tocar el piano, empecé con Sueño de Amor de F. Liszt; sí, nada mejor que esa melodía para sacudir mi interior y sacar de lo más profundo ese sentimiento que estimula mi razón de ser y mis deseos de vivir siempre enamorado; ¡ah! que maravilloso es sentir que se puede tocar tan magistralmente, mas ese momento tan lleno de paz, no duró mucho, pues me despertó  un jalón de camisa y el llanto de María José de  2 años, que reclamaba de toda mi atención para darme la queja de que su abuela María Elena la había regañado por despertar a su hermanito José Manuel; no me quedó de otra más que  levantar en brazos a mi nieta para consolarla, pegando su mejilla con la mía y hablándole cerca de su oído tan dulcemente para tranquilizarla y hacerle sentir que su dolor, era también mío, y la magia fue haciendo efecto, la niña, poco a poco se fue calmando y al termino del sollozo, decidí bajarla, no sin antes aconsejarla que le pidiera perdón a su hermanito y a su abuelita, por haber despertado al primero y haber hecho enojar a la segunda, pero la niña no se movió de mi lado y pude ver que su rostro reflejaba incertidumbre; le volví a insistir a la niña sobre el tema del perdón, pero seguía titubeante y se llevó los dedos de su mano derecha a la boca como querido morder sus uñas, por lo que intuí que había algo más que el evento que motivó su llanto, entonces le hablé con mucha ternura y le pregunté que le pasaba y ella me contestó que durante el regaño su abuela había dicho una mala palabra, le solicité la repitiera, pero la niña de nuevo titubeó, entonces me pidió que me pusiera de rodillas para alcanzar mi oído derecho y muy quedamente me dijo la palabra prohibida, disimulé  enojo al escucharla, pero la niña no se conformó con ello y me dijo: _Abuelo dile a mi abuela que también pida perdón por decir malas palabras y dile que si sigue diciéndolas le vas a poner chile en la boca; dicho la anterior, la niña, con el ceño fruncido se retiró exagerando su marcha; dejándome a mi sorprendido por su agilidad mental

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