La senadora Beatriz Paredes es una de las personas con más experiencia política en la actualidad. Con una trayectoria de poco más de cuarenta años, ella representa para mí a la militante política del PRI por excelencia en el sentido más profundo y genuino, que es el que se caracteriza por la sólida formación teórica combinada con una intensa experiencia en la vida interna de su partido, lo que supone contacto directo con los sectores que lo constituyen: el obrero, el campesino y el popular. Además de que me remite a un ejemplo de mujer política que mi generación siguió, en mi caso, especialmente porque mi padre trabajó con ella varios años y siempre le expresó admiración y respeto.

Recordemos que, por lo menos desde la perspectiva de sus siglas y sus documentos básicos (y esto aplica en realidad para cualquier partido), el PRI es la tercera modulación histórica del gran movimiento político-partidista emanado de la Revolución mexicana, que se inicia en 1929 con la organización del Partido Nacional Revolucionario, de sello Callista, y que podríamos caracterizar como el gran pacto histórico de los generales de la revolución, que “pasaron de las armas a las instituciones”, al decir del propio Calles.

En una segunda etapa, el partido se reconstituye como Partido de la Revolución Mexicana en 1938 con un claro sello Cardenista, y que podríamos caracterizar como el resultado del gran pacto histórico entre el Estado y los grandes sectores de la sociedad: el obrero, el campesino y el popular, efectivamente. La tercera fase llega en 1946 con una impronta Alemanista, a través de la que el partido se reconstituye como el actual Partido Revolucionario Institucional, y que podemos caracterizar como el gran pacto con el capital nacional mediante el que se garantiza políticamente la ruta de México como país de economía capitalista pero de dirección nacionalista. Se podría considerar que ha habido otras transformaciones en las últimas décadas en el PRI, lo cual sin duda es tema de análisis y controversia que exceden los límites de este artículo, y dirimirlo es tarea de sus militantes y dirigencia.

Algunos análisis señalan, eso sí, que cada uno de los tres grandes pactos o nudos históricos, establecidos para lograr un objetivo estratégico concreto, fueron desarticulados o desestabilizados a partir de la década de los 60 del siglo pasado: el pacto del 29 (para que los generales dejaran de usar las armas en la disputa por el poder y vertebrar institucionalmente al sistema político mexicano) se rompió con el asesinato de Colosio en 1994; el pacto del 38 (para que la sociedad en su conjunto estabilizara sus relaciones desde una perspectiva integral y de masas) se rompió con la matanza de estudiantes del 2 de octubre del 68, y el pacto del 46 (para equilibrar las relaciones entre el poder político y el económico) se rompió con la expropiación de la banca de 1982 de López Portillo.

Esta es la evolución de las coordenadas históricas dentro de las que Beatriz Paredes hubo de formarse como política priísta, habiendo llegado a ser gobernadora de su estado natal Tlaxcala, dirigente nacional de uno de los sectores fundamentales del PRI, que es el de la Confederación Nacional Campesina, y presidenta nacional de su partido, además de haber fungido como embajadora de México anteCuba y luego ante Brasil durante buena parte del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Formada en Sociología por la UNAM y como maestra en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona, la vida legislativa de Beatriz Paredes ha sido también intensa y robusta: diputada local de 1975 al 78 en el Congreso de Tlaxcala, diputada federal en las LI, LIII y LVIII legislaturas y senadora en la LVII, además de haber presidido respectivamente la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores.

La suya es una oratoria muy madura y con perspectiva histórica, además de contar con elementos literarios y poéticos que se sabe que son una de sus principales pasiones y fuentes de inspiración intelectual, cuestión que es merecedora de todo nuestro interés por la relación tan íntima que hay entre la retórica, la poesía, la política y el discurso del estadista. Yo creo que, sin perjuicio de sus pasos tan importantes en el poder Ejecutivo tanto local como federal, ella es para mí fundamentalmente una de las grandes parlamentarias del país.

Dentro del bloque opositor, la senadora Beatriz Paredes es una contendiente interna a la candidatura por la presidencia de la república. No es la primera vez que su nombre circula como precandidata de su partido, pero sí lo sería en caso de que fuera ella la ungida como tal.

De ganar la presidencia, sería también la primera mujer en conducir al Estado mexicano, aunque sé muy bien que sus atributos y talento político van más allá de esa condición de género, que por lo demás no identifico yo como su principal bandera, cosa que atribuyo a la consistencia de su trayectoria y a la vastedad de ámbitos nacionales e internacionales en los que se ha desempeñado, que le dan una perspectiva integradora mucho más sólida y firme.

En el momento de las propuestas como candidata, de ser ella la que logre abanderar a la coalición en la que está el PRI, será de gran interés para todos escuchar la voz de Beatriz Paredes para saber qué le puede ofrecer a México para dirigirlo.

La autora es  Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión