Es cierto que la discusión pública sobre temas políticos debe ser robusta, plural y que cada quien puede pensar y decir lo que le plazca, respetando los límites del derecho a la libertad de expresión, claro.
Sin embargo, también coincido con lo puesto por algunos líderes de opinión en la mesa, en el sentido de que dicha discusión pública se ha vuelto tan estéril como vacía: estás a favor o en contra del presidente. La mayor parte del tiempo no hay argumentos sustantivos para sostener una postura u otra en torno a un tema en particular (ni siquiera en quienes tienen la capacidad para argumentar), todo se resume a: eres pro neoliberal o pro Amlo.
No importa, me parece, si hay una notoria mayoría -que, ojo, ya no abrumadora pues cada día disminuye- de un lado en este duelo diario de polos opuestos; lo que importa debe ser el fondo de cada uno de los rubros importantes, para que este país encuentre rumbo…
Porque hoy, a cuatro años de distancia de que el Licenciado López Obrador enamoró al pueblo mexicano con una retórica de rectitud, aunque sí las hay, considero son muchas menos las acciones concretas que mejoren la calidad de vida de los mexicanos (me refiero a políticas públicas en general, no solo a su política social) que las muchas palabras que bien dice.
Puede ser que en él haya congruencia, pero en su gobierno y en su partido no la hay.
De tal suerte que a prueba y error, acorde a las experiencias vividas más las circunstancias del hoy pero con la mirada en las siguientes décadas, considero debemos pavimentar una ruta alternativa hacia un futuro que se sostenga de una agenda que combine lo mejor del negro y del blanco que se presentan hoy como opciones, una que sin hipocresías ideológicas vea de frente a los jóvenes, recoja sus anhelos progresistas de libertades y los refleje en su apertura de derechos, pensando realmente en el porvenir de México.
En mis apuntes literarios, encontré uno que de hecho me inspiró a escribir ésta columna, les comparto:
“…Y ahí estamos algunos que no acertamos a cruzar el estrecho acechado por Escilia y Caribdis, que no queremos acercarnos ni al monstruo de seis cabezas del neoliberalismo ni a la bestia del paleomarxismo y su remolino regresivo. Y ahí están los puristas de uno y otro costado, sobrados, observando con una sonrisa arcaica a quienes poseemos suficiente insensatez para seguir buscando el sincretismo”(Del libro: La cuarta social democracia, de Agustín Basave).
Y es que más allá de que el que escribe pertenezca a ese grupo de insensatos, con sensatez creo debemos preguntarnos: ¿Cómo dignificar realmente la vida pública en nuestro país? Ese debe ser el incesante cuestionamiento.
Ya que en 4 años ha quedado registro de que la corrupción no disminuirá con simple voluntad o con declaraciones como tal vez genuinamente lo planteó desde el comienzo este gobierno. Con la buena fe del Presidente no alcanza.
Se requieren acciones concretas, como empoderar aquél esfuerzo ciudadano por el Sistema Nacional Anticorrupción por ejemplo; esfuerzo social que me consta, pues participé activamente.
En fin, en la política como en la vida el justo medio es necesario cuando los extremos son viciosos. Estoy convencido que es Equilibrio (sí, con mayúscula) lo que se necesita en las respuestas que ofrece la clase política: es esa la alternativa del México que evolucionará, y que quiero para mi familia; y para la suya, estimado lector.