Si todo fuera tan fácil, dejaría que el viento apagara la flama de la vela que ilumina mis desvelos por estar pensando en los momentos más felices de mi vida, que son como los destellos celestiales de tantas almas buenas que he conocido.

SI todo fuera tan fácil, cerraría los ojos para soñar con todos los seres de luz que estuvieron alimentando mis grandes anhelos de confianza, cuando llegaba a mí la indeseada nostalgia, generada por la ausencia de la esperanza.

Si todo fuera tan fácil, me conformaría con saber, que las aparentes diferencias encontradas en nuestro decir y sentir, eran tan sólo parte del       lenguaje callado, al no poder expresar de otra forma el malestar que causaba el no poder responder con más amor que el que se necesitaba y todo sin emitir una sola palabra, lo que desataba aún más tormentas, cuando sólo se requería decir que estaríamos bien, que no pasaría nada.

Si todo fuera tan fácil, como llorar para dejar salir el coraje cuando se siente un nudo en la garganta, venciendo así el falso orgullo, que no nos permite reconocer que más que estar equivocados, nos dejamos vencer por el egoísmo impuro para no perder la razón, cuando el corazón palpitaba a un ritmo muy suyo.

Si todo fuera tan fácil como entender lo que no se puede saber, porque todo en la vida puede suceder, y deberíamos de tener la madurez para no sentirnos heridos, cuando nos ha tocado perder el valor que nunca se tuvo.

Si todo fuera tan fácil como renunciar a sí mismo, para poder amar sin exigir la reciprocidad que se cree necesitar para llenar el vacío que deja el desprenderse del ser egoísta, que siempre se ha sido.

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