Si me preguntas por qué, fingiré no saberlo, decir la verdad sólo tiene valor para mí, entonces, para qué decirlo; en ocasiones no vale la pena repetirlo, porque los que no quieren escuchar, simplemente se conforman con oírlo, y si entre el oírlo apareciera una palabra que te hiciera sentir algo, no creo que sería lo que yo te quiero decir, más bien, es lo que tú quieres escuchar; y si tú te preguntas por qué, entonces tendrías que hurgar dentro de ti, no para encontrar algo diferente a lo que ya sabes, solamente para poderlo ocultar y no llevarlo a una realidad que no quieres vivir.

Si me preguntas por qué, pidiéndome que no hable ¿cómo te lo diré? Sí, ya lo sé, hay demasiados motivos para estar enojados, otros tantos para sentirnos deprimidos, incluso entristecidos, pero nada de eso suele ser más importante que saberse amado, porque el amor siempre será el mejor bálsamo para sanar las heridas, y las heridas que no pueden sanar, son aquellas que se alimentan de sentimientos mezquinos como el orgullo, el egoísmo, el rencor o el desprecio por sí mismo.

Si me preguntas ¿por qué escribo esto? Y en verdad quieres escuchar el motivo, te diré, que no tiene nada que ver contigo, así es que, deja de culpar a otros por lo que te pasa, por aquello que no has podido resolver en tu vida, aquello, que te hace creer que siempre tienes la razón y justificas viendo sólo la superficialidad que a tu causa conviene.

La razón por la que te pregunto es tan sencilla ¿en algún momento podrías dejar de ver sólo aquello que te hace sentir infeliz, para pensar en lo que te hace feliz? tal vez sean pequeños detalles, pero, te puedo asegurar que son tantos, que al unirlos encontrarás el verdadero sentido de tu vida.

Si me preguntas por qué estoy escribiendo esto, te diré la verdad, todo parte de la fuerza de una frase que siempre quise escuchar de niño, de joven, de adulto y ahora en esta edad de transición: Te amo.

 

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