Años atrás, bastantes, era un titán en la tribuna.

Para sus adversarios partidistas en general era entre una jaqueca y dolor de estómago y para los varones, era lo que coloquialmente se define como un cadillo en las zonas más oscuras del cuerpo.

Era y es, Manuel Cavazos Lerma.

Sólo mencionaré sus andanzas legislativas para no aburrir con el largo listado de cargos que adornan su carrera pública: diputado federal dos veces y Senador, dos veces también, de la República. Dentro de la Cámara Baja y durante su estancia en ese espacio fue Presidente sucesivamente de la Comisión de Programación y Presupuesto y de Hacienda y Crédito Público, Secretario de la Gran Comisión de ese entonces y también Coordinador de su bancada.

No cito lo anterior para adularlo sino para establecer hasta dónde llegaba la confianza hacia él de quiénes mandaban en México en esos días. La misma confianza que nacía de su extremada habilidad oratoria, combinada con un profundo conocimiento de la economía nacional.

Prácticamente todos los diputados y senadores de partidos diferentes al PRI que subían a la tribuna solían sacarle le vuelta. Vencerlo en la discusión legislativa era casi un imposible, lo cual confirmó alguna vez Porfirio Muñoz Ledo al visitar Tamaulipas, quien ante la falta de argumentos políticos contra el matamorense se fue por la libre y optó por insultarlo con motejos como “La hormiga atómica” o “El enano del tapanco”.

Cuando le preguntaron en privado por qué los insultos desmedidos, después de las libaciones a las que siempre ha sido adicto, le confió a ese círculo que odiaba a Cavazos porque en el Senado nunca lo pudo vencer en la tribuna.

Y ojo: Muñoz Ledo, uno de los polemistas más temidos de la política mexicana.

¿Qué le pasa hoy a Cavazos?

Se ha convertido en la Cámara de Senadores en una muestra de la prehistoria en ese lugar, cuando los escaños se repartían entre los “viejitos”, casi como premios de salida. Habla muy poco y participa menos en el pódium. Es una sombra de los incendios que provocaba y de la retórica que hacía salirse de sus casillas a sus contrincantes verbales.

¿Será la edad?…tal vez, si se considera que tiene 71 años cumplidos.

En realidad, poco interesa lo que haga Cavazos. Lo que sí le debe importar a su partido, el PRI, es que Manuel significa una de las respuestas al porqué de la debacle tricolor, primero pausada y después desenfrenada.

El Revolucionario Institucional es un partido que olvidó capacitar a las nuevas generaciones para entregarles la batuta. Sus prohombres y nobleza femenina encanecieron en las trincheras peleando, pero sin pensar que un día el tiempo los haría sus víctimas.

Tamaulipas es un ejemplo de eso, si se le puede decir ejemplo.

Eche un vistazo al escenario tricolor estatal. Los que se pueden llamar integrantes de las nuevas generaciones difícilmente se pueden llamar también nuevos valores. Gran parte de ellos son “juniors” que creen saberlo todo y no se dan cuenta que apenas conocen lo básico. “Hijos de papi” que piensan que pueden llegar a las estrellas como lo hicieron sus progenitores, sin más méritos que ser el amigo, pariente o socio del poder en turno.

Eso terminó hace tiempo y apenas poco más de un año atrás lo resintieron, pero al parecer siguen sin entenderlo.

Su dirigente estatal, Sergio Guajardo, se ha preocupado por montar liderazgos municipales afines a su grupo pero con las mismas ideas anquilosadas de cómo se mueve ese partido.

Ciertamente, como en todas partes y tiempos, hay excepciones. Hay viejos que aún parecen jóvenes y hay jóvenes que piensan como viejos porque son los que tienen a su lado. Saber quién es quién es una aventura que se debe correr.

Apuesten a los chavos, caramba.

Me parece que peor de lo que lo están haciendo los viejones, será muy difícil que pueda suceder…

@LABERINTOS_HOY