Era común que, siendo niños ante el temor del regaño o el castigo físico, después de haber hecho una travesura o provocado un accidente,intentáramos salvarnos inventando una mentira, o en el peor de los casos, echándole la culpando a otro.
No nos deteníamos a pensar en el daño que le ocasionábamos, ni mucho menos, el miedo era muy superior y la angustia ante lo por venir, nos hacía capaces de crear toda una historia alrededor de lo acontecido, para terminar diciendo “yo no fui, fue Teté, pégale, pégale que ella fue”.
Rechazábamos por todos los medios nuestra responsabilidad, argumentando mil cosas, hasta que conseguíamos convencer de nuestra inocencia, aunque después, pasada la emoción de sentir que lo habíamos logrado, empezara a dominarnos un sentimiento de culpa que difícilmente hemos podido borrar, aún con el transcurrir de los años, sobre todo si fuimos testigos de la aplicación del castigo que nos correspondía, en una persona inocente.
Si nos detenemos a pensar unos segundos, ¿por qué la necesidad de buscar culpables? ¿por qué depositar en otros la responsabilidad de algo que nos afecta directamente a nosotros? ¿Por qué hacer que recaigan en el otro las consecuencias de nuestros actos? ¿Cómo fue que desarrollamos el hábito de mentir incluso a nosotros mismos?
Incapaces de madurar sanamente, hay quienes, aún llegada la edad adulta, no han aprendido a asumir la responsabilidad completa de las consecuencias que provocan sus actos, aunque hayan sido ocasionadosde forma involuntaria.
Todos los días nos encontramos con situaciones que muestran con qué facilidad se trata de evitar a toda costa asumir compromisos y reparar el daño, es más fácil buscar culpables que vengan a responder por lo sucedido, como cuando éramos niños miedosos e inseguros, viviendo cotidianamente tratando de inventar historietas falsas, que cubrieran nuestra cobardía.
En un accidente vial, es muy frecuente ver a personas que después de ocasionar el incidente buscan huir del lugar de la escena, evadiendo cualquier tipo de responsabilidad legal o económica, o se bajan inmediatamente a discutir con el afectado alegando que fue su culpa; en cualquier situación que llega a complicarse por falta de atención a tiempo en el área laboral o en problemas familiares, pareciera que la opción de respuesta inmediata es volver la vista hacia cualquier lado, buscando al más débil, para depositar en él la falta y sus posibles consecuencias, con tal de evitar pagar los platos rotos.
¿Cuántas veces se culpa a los padres por el fracasoen la vida, buscando la victimización y la lástima, en vez de reconocer la falta de esfuerzo y la apatía que impidieron llegar a la meta? ¿Cuántas veces se acusa a los hermanos de ser la causa de haber sacrificado la vida por cuidarlos y reclamar su falta de correspondencia? Sino fue la escuela, fue el maestro, el jefe, la vecina, la pareja o quien sea, el caso es que siempre se evita la responsabilidad de las decisiones asumidas.
Cuántas emociones encadenadas en el hábito de buscar culpables, solo por no aceptar la responsabilidad de nuestros actos: tristeza, ira, miedo, poca capacidad para hacer frente a la frustración, insatisfacción, solo por mencionar algunas. León Tolstoi escribió: “Un mal humor es a menudo la razón para culpar a otros; pero muy a menudo culpar a otros nos causa malos sentimientos: cuanto más culpamos a otros, peor nos sentimos”.
Viviendo en medio de una sociedad cada vez más egoísta que reclama cada vez más derechos, también vemos cómo se van dejando de lado el cumplimiento de los deberes, ocasionando por omisión graves problemas en todas las áreas de la convivencia humana; vemos cómo quienes son responsables de resolver, ahora hacen lo necesario para delegar en otros lo que por obligación les corresponde. Si algo sale mal, no dudarán en manipular o distorsionar los hechos a su antojo.
Evadir responsabilidades, viviendo lo más cómodamente posible, es vivir mintiéndonos,negando la posibilidad de madurar, de encontrar nuevas formas para ir aprendiendo de los errores. Se aprende más, cuanto más duele, siempre y cuandose acepten las equivocaciones y se haga lo suficiente para reparar el daño.
Negar los errores, y lo peor, buscar a quien culpar de los mismos, sin cuestionar el daño que se ocasiona, no es sino muestra del miedo a crecer, dehacerse responsable de todo aquello que decidimos,hacemos y decimos, asumiendo lo que de ello resulte. En una palabra, es evitar tomar en propias manos el destino que deseamos alcanzar, porque si no lo logramos, a alguien hay que culpar.
“También se lavó las manos Pilatos; y no hay manos más sucias que aquellas manos tan lavadas”: Manuel Tamayo y Baus, dramaturgo español.
Les comparto mis redes sociales:
Facebook: @MiradadeMujer7lcp
Twitter: @MiradadeMujer7