Tratando de conciliar el sueño en una noche en que mi cuerpo se resistía al embate de un virus respiratorio, manifestando éste su rechazo a través de los mecanismos establecidos por su sistema inmunológico, lo auxiliaba mi mente con la oración al Padre Celestial para allegarle confianza, ante la certidumbre de que todo ser humano de buena fe, puede solicitar la compañía del Espíritu Santo; y cuando por fin se hizo un receso, cuerpo y mente generaron una alianza para conciliar el descanso y fortalecer las defensas, entrando así en un sueño de transición, abriéndose la comunicación divina, para exponer un deseo de otra dimensión, tal vez con el fin de alertar a la humanidad sobre un evento futuro, tal vez, para recordarle un pasado donde se ejerció a plenitud la voluntad del Padre, después de la desobediencia de su pueblo; y resulta que me vi en un hermoso y florido valle privilegiado por la naturaleza,  ésta movida por la mano de Dios para regocijo de sus hijos en la tierra, y de pronto, el maravilloso cielo azul se vio opacado por la llegada de espesos nubarrones que reflejaban los destellos de enérgicos relámpagos, presagio de una tormenta inexplicable; el ánimo de los habitantes del valle se tornó sombrío, y la ansiedad se reflejó en su cara, dando paso posteriormente al temor al descender fuertes descargas eléctricas venidas del cielo, mismas que impactaron en la tierra, calcinando lo que estaba a su alcance; las personas del valle empezaron a huir, buscando refugio, entre la multitud había hombres, mujeres y niños, de pronto a estos últimos les surgió en forma espontánea un par de alas y se pusieron a salvo; el cielo de un gris obscuro, al cesar la lluvia cambió al color rojo, dejando ente las nubes entrever un intenso haz de luz alba recorriendo la superficie, y todo animal terrestre que fue tocado por él, cambió su morfología, dejando en evidencia su forma original; yo observaba el fantástico acontecer desde la altura, al borde del límite superior del valle, experimentando emociones varias, por un lado, temor y por otro, alegría, al ver a los niños convertirse en ángeles y sobre todo una enorme emoción al contemplar la magnificencia del Todopoderoso, a quien con humildad le mostraba mi eterna gratitud por establecer la comunicación manifestada.

“Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. (Mateo 24-13)

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