Si partimos de las premisas que predominaron durante la campaña electoral del actual presidente de la república mexicana, habría que recapitular que de todas ellas, predominaron indicadores negativos, que ubicaban en bancarrota la finanzas del país y el mensaje para quienes hacían y hacen negocio en México era nocivo.
A tres meses y medio de la nueva administración federal, ninguno de los indicadores se mantienen, si en cambio la población mexicana ha hechos suyos los paradigmas del nuevo gobierno, que no solo se ha fortalecido sino que se ha sometido a la prueba del ácido, de la cual parece hasta el momento estar librando favorablemente.
Asimismo ha tenido aceptaciones en los sectores productivos del país, quizá por haber roto los paradigmas de los regímenes anteriores y no obstante a las críticas, ha asumido los señalamientos aplicando las correcciones necesarias y las acciones emergentes.
Ante todo ha despolitizado los movimientos emergentes que en otro tiempo surgían para quedarse y ha conservado la esencia que caracteriza la Presidente de la República. Por lo mismo, para cada circunstancias tiene una respuesta, por ello las expectativas son de fortalecimiento para el partido que lo postuló.
Lamentablemente los instituto políticos contrarios o de competencia están ante el desconcierto por las nuevas perspectivas que plantea ese partido, convertido en gobierno. Tal parece, que en los primeros meses ha dado muestra de nuevas formas de ejercer el presupuesto, lo mismo que el manejo de los asuntos de carácter político, con una economía y finanzas ajenas o al margen del ejercicio de los principios de la ciencia política.
Quizá por ello, los mercados financieros gozan de certidumbre lo mismo que la inversión extranjera que mantiene sus indicadores de crecimiento y la paridad de la moneda mexicana, si bien no está en sus mejores épocas por lo menos ha mostrado capacidad de recuperación. Claro aunado a otros factores, favorables a la causa.
Sin dejar de lado el principio fundamental de la administración federal, que ha sido desde el principio el fortalecimiento de la economía interna, lo propio ha hecho en el terreno de la política. Por ello cuando le preguntan de Venezuela el Presidente ha dicho que prefiere reservarse la opinión pues de otra manera “parecería candil de la calle y oscuridad de su casa”.
Lo mismo ha mostrado capacidad para responder a las calificadoras del sector económico y financiero, lo cual ha dado certidumbre a los inversionistas y a pacificado a los políticos adversos a la corriente lopezobradorista.
Si bien no ha capturado capos relevantes sí ha sentado las bases para recuperar valores contrarios a la corrupción desbordada en este país. El mismo se puso a prueba en el combate al huachicoleo, un mal innecesario creado por la propia paraestatal para cubrir fraudes de otras magnitudes, que parecen de menor importancia pero que han minado la economía nacional.
La pregunta que la mayoría de los mexicanos se hacen es si acaso el país va en el camino correcto, en el sentido de si las acciones del gobierno federal de los primeros cuatro meses se traducen en alguna mejoría para este país, o bien si se vivía mejor con las administraciones del pasado.
Puede ser muy pronto o a priori para emitir una valoración, pero lo cierto es que las apreciaciones hasta hoy de los mexicanos ha sido de aceptación, porque hasta ahora el Presidente ha mostrado cordura y no se ven por ningún lado los desplantes izquierdosos de Chávez, Maduro ni las estridencias de Donald Trump.
Asimismo los pronósticos para el primer y segundo trimestre del 2019 son alentadores, sobre todo porque los principales socios de México se mantendrá a la baja desde la perspectiva del crecimiento económico, lo que en definitiva favorece al gobierno nacientes del Presidente Andrés Manuel López Obrador.