A mi gusto la naturaleza de la revocación de mandato en sí, abona a la democracia, porque en circunstancias de verdadera pluralidad y en un estado de derecho sólido, incorporar la figura a rango constitucional por supuesto que constituiría un avance en el fortalecimiento democrático.
No obstante ello, estimo que en el México de hoy, en el que resulta dominante el poder presidencial, donde no existe verdadera pluralidad para el debate legislativo ni tenemos un verdadero estado de derecho, es, si no alarmante, sí riesgosa.
Entiendo que es muy distinto el “ADN” de la revocación de mandato al de una reelección. De hecho, no comparto la opinión de quienes sostienen que la primera sería el comienzo de la figura de la reelección en nuestro país. Son figuras diametralmente distintas, y creo que no se vale confundir.
Pero, estimo no le asiste la razón al Presidente López Obrador al mandar la iniciativa de revocación de mandato al vapor al Congreso, y propiciar que los Diputados de Morena la aprobaran sin haber discutido lo suficiente -entre otras cosas- todas y cada una de las implicaciones económicas, jurídicas y sobre todo políticas que generaría el hecho de que el pueblo decidiera revocarle el mandato al Presidente de la República.
Y es que es evidente que la iniciativa del Presidente López Obrador está pensada en función de que la gran mayoría de los mexicanos le dirá que “sí”, que sí continúe, pero, ¿y si no fuera así?
Pues hay que recordar que entre los candidatos del PAN y del PRI en la pasada elección presidencial juntaron entre ambos alrededor de 22 millones de votos; claro, contra 30 millones que obtuvo el hoy Presidente de la República.
Pero, lo que quiero decir es, si votaran a favor de la revocación del mandato de López Obrador esos 22 millones de mexicanos que no votaron por él el año pasado, más aquellos que tal vez le retiraran la confianza para el año 2021, cabría entonces la posibilidad de que el pueblo determinara que no continúe, y ésto generaría un desastre institucional…
Creo, insisto, que sin verdadero estado de derecho en un país, -como es el caso de México- ese escenario sería un caos.
Por último, llama la atención la promesa de firma de compromiso que señaló el Presidente hará al iniciar la semana en relación a que “no se reelegirá en 2024”, ésto es tan ridículo como innecesario, pues la constitución establece con claridad que el Presidente de la República no puede rebasar un período máximo de 6 años; si él juró guardar y hacer guardar la constitución al rendir protesta en el cargo, no tiene porqué prometer que no se reelegirá: la constitución no lo permite. Prometa o no prometa, no lo podría hacer.
En todo caso la promesa o compromiso que haga, debería de ser en el sentido de no reformar la constitución respecto a ese tema.
En conclusión, la naturaleza de la revocación de mandato no es antidemocrática, al contrario.
Sin embargo, el diablo, como siempre, estará en los detalles. A ver qué pasa en el Senado de la República… Tengo mis reservas.
Me parece, por todo lo antes dicho, que México no está listo para la figura de la revocación de mandato, aunque esté de acuerdo con su esencia.