No mitigue el frío, el calor que mueve y motiva mi interés por seguir insistiendo en manifestar lo que inquieta a mi alma, que siendo ésta una entidad imperceptible para la mayoría de la humanidad, es visible para los que mantienen comunicación con los elementos que hacen hablar a la tierra y a las entidades celestiales que buscan lo mejor para nuestro planeta; aún resuenan fuertes las palabras del Maestro: “De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas las cosas acontezcan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero el día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mt 24:34-36). La vigencia de sus palabras sigue intacta, no se ciñó con pertenecía exclusiva al tiempo de la expresión profética, ha viajado a través del tiempo para alertarnos oportunamente para prepararnos, y si bien es cierto, que nuestras preocupaciones actuales nos mantienen distraídos de la verdad y nos hacen atender lo que en el momento resulta ser una espina que llevamos clavada en nuestro cuerpo, desde que tuvimos conocimiento de la realidad, pero que no hemos querido sacar del mismo, pensando que no somos merecedores de la felicidad y que por ello debemos pagar por generaciones nuestra inconciencia y nuestra ignorancia.

No mostremos más apatía y frialdad, para escuchar el llamado de la reconciliación, trabajemos para mantener la unidad familiar, la unidad entre amigos, la unidad laboral, la unidad social, busquemos soluciones congruentes, justas, con respeto a los derechos humanos.

La tierra, los mares y el cielo se expresan, mantengamos la armonía universal y la paz  para bien de la humanidad.

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