No es un asunto menor.
Se trata de la salud del segmento de la población más entrañable: La niñez.

El anuncio, advertencia y para algunos casi amenaza, sobre un regreso a clases presenciales en marzo, vertido por la Asociación Nacional de Escuelas Particulares, que de acuerdo al mismo organismo agrupa a más de 8 mil planteles en México, tiene muchas más implicaciones que una simple postura escolar o un reglamento sanitario.
Es un juego –si así se le puede llamar– de vencidas entre esas instituciones educativas y los gobienos, federal y estatales, con la pandemia como macabra mesa.

¿Quién tiene más razón? ¿Los colegios que quieren retornar en pocos días a las aulas? ¿Las autoridades que condicionan esa acción a una mayor baja en los contagios?

Paradójicamente, en mi opinión personal las dos partes tienen razón. El quid es definir en cuál de ellas es mayor.
Trataré de explicar esta visión y si me permite empezaré con los colegios.

Es imposible negar que prácticamente en todos los niveles, los alumnos sufren un severo atraso –cercano a la gravedad– en la calidad de la enseñanza, argumento en el cual descansa la iniciativa de esta agrupación docente, cuyos integrantes podrían apoltronarse en la zona de confort en que se ha convertido el ciclo lectivo a distancia.
Total, disfrutan de mayores utilidades al seguir cobrando lo normal pero con gastos mínimos. Podrían seguir haciendo lo mismo y dejar que en los hechos el curso 2020-2021 confirme lo que ya pinta a ser: Un año perdido.
Pero también a la autoridad sanitaria, de cualquier orden de gobierno, le asiste la razón.

En los momentos en que apenas se esboza un avance en la contención del virus, resulta una temeridad soltar el freno y permitir que una decisión prematura eche al voladero todo el esfuerzo realizado. No quiero ni imaginar a una escuela convertida en un vivero de infecciones que ponga en peligro no sólo la salud sino la vida de estudiantes y maestros. En un solo plantel podrían ser cientos de casos. Es un panorama brutal.

Ya los oigo: Los colegios ofrecerían un protocolo riguroso de prevención, no lo dudo, pero he tenido la oportunidad de observar filtros extremos para impedir contagios en empresas privadas –incluso de alto nivel– y sin explicación válida el virus ha penetrado, no con infecciones aisladas, sino por docenas de víctimas. No hay hasta ahora, puedo asegurar, control que garantice detener al Covid 19.

Entonces ¿Qué hacer?

Viene a mi mente como respuesta lo que un maestro de contabilidad nos señalaba en un semestre de Administración de Empresas: En una balanza, decía, coloca los activos en un lado y los pasivos en el otro. Hacia donde se incline básicamente será la pauta más viable a seguir para saber si estás manejando acertadamente tus finanzas. Un ejercicio simple de pérdidas y ganancias.

Llevándolo del imaginario a los hechos, colegios y autoridades podrían tratar de hacer algo parecido, para tener por lo menos una idea de cuántas podrían ser las ganancias y cuántas las pérdidas, aunque siempre se enfrentarán con una punzante realidad:

No son productos, sino vidas, lo que estaría en la balanza. Y el resumen no resiste maquillajes. No puede ser otro:
Se puede perder un año escolar, se puede sufrir un atraso en el nivel de enseñanza y siempre existirá la posibilidad de recuperar ese curso o rescatar el conocimiento rezagado.

Pero una vida jamás volverá. Ese balance no quebraría a una empresa. Nos quebraría el alma.
Fin de la discusión…

UNA LLAMA DE TRES COLORES

Se conmemora hoy en México el Día de la Bandera.

A pesar de los años siguen frescos los recuerdos en que ver ese lienzo me hinchaba el pecho en los primeros años escolares, cuando entonábamos el himno dedicado a sus colores e insignias.

Les invito a mantener viva esa llama. Ponga una bandera en su casa, en su auto o en su negocio. Y aunque no sea septiembre, celebremos a la Patria…

Twitter: @LABERINTOS_HOY