En la superficialidad de las rutinas, el tiempo y el viento se conjugan para borrar huellas del pensamiento creativo, haciendo de toda idea, un simulado “yo puedo”, que cede a la complacencia de un cuerpo por demás cansado.
Hoy pesa el pensamiento, porque la mitad de la conciencia, se ocupa de abrirse paso entre la bruma de negatividad acumulada, ahí, donde reina la toxicidad motivada por la necedad y la ignorancia, que se aferra por la falta de experiencia, al concepto errático de que hemos venido a la vida a sufrir por nuestra falta de congruencia, y con ello, pagar la pena vagando en desierto del desconsuelo; sabiendo que ser feliz se puede, pero no se quiere, viviendo con la esperanza eterna, de que se puede salir de la anquilosada y perniciosa medianía, para que un buen día, espontáneamente, surja la alegría.
En la superficialidad de referencia, las palabras vivas, los nobles sentimientos, las sublimes emociones y los anhelados afectos, tienen como todo, un principio y un fin, cuando en ocasiones se está despierto, cuando se debe de dormir y se duerme cuando se tiene que estar despierto.
Reconocer debemos cuando nos abrume el desconcierto, por vivir con tanta ingenua ligereza, cuando se piensa con los pies y se camina parado de cabeza, y todo por no tener plena conciencia, de vivir un tiempo vital para realizar cualquier proeza, dejando que el viento de la cruel indiferencia, se lleve consigo las oportunidades, para salir de una actitud de confort a complacencia cuando pensamos que estamos viviendo y sólo existimos al sobrevivir alejados de nuestra vital naturaleza.
Debemos, pues, ya dejar de fingir que estamos haciendo todo bien para ser felices, hagamos del “yo puedo” una realidad, para empezar a vivir, no importa la edad, la vitalidad o el estrés, vivamos hoy con plena conciencia, activemos nuestra voluntad, tomemos lo mejor de la vida con humildad y paciencia, sumemos sonrisas, abrazos y caricias, liberemos el amor del miedo a ser felices, querer, es poder.
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