Ayer, cuando nuestra mayor ambición era poder llegar a ser las mejores personas, cuando la mayor virtud de los hijos era ser amorosos, educados, responsables y estudiosos, cuando los hermanos eran comprensivos, buenos compañeros, guías  y mejores amigos,  cuando los padres tenían como mayor  preocupación el darles la mejor calidad de vida a los hijos, sin olvidar que en todo debía reinar el amor y  privilegiaban una comunicación que cuidaba no herir susceptibilidades, que alentaba a potenciar las capacidades naturales y la inteligencia adquirida a través de conocimientos saludables; ayer, cuando uno de los ideales del hombre y  de la mujer, era el poder formar un hogar,  cuando ambos identificaban que el amor no procedía del exterior, sino de su esencia espiritual y veían en ello la intervención divina; ayer cuando los abuelos fortalecían los valores positivos de sus nietos y esperaban con paciencia y paz el momento de su partida con la conciencia tranquila por dejar una descendencia capaz de enfrentar cualquier reto que se presentara en la vida. Ayer, mientras dormía, en mi sueño se abrió una ventana de mi pasado y pude observar a través de ella parte de mi vida, me veía enormemente entusiasmado por demostrar a mis antepasados que todo lo que habían aportado para que fuera una mejor persona, había valido la pena, que todos los valores positivos que sembraron rendirían abundantes frutos en  beneficio de mi prójimo y de mi familia toda.

Siempre he tenido muy claro cuál es mi misión en la vida, porque además de tener una familia maravillosa, tuve buenos maestros, excelentes amigos, así como tenaces compañeros que entendían, que lo mejor para todos era vernos y tratarnos como hermanos, deseando el mismo beneficio, velando por la equidad, la justicia y la paz, ofreciendo todo nuestro potencial profesional con calidad, teniendo como único objetivo el logar tener una patria grande, como una madre que acoge sin distingos a todos sus hijos.

He tenido extraordinarias oportunidades para demostrar que nuestro espíritu es la gran fuerza que nos impulsa a luchar por tener un México grande, generoso, un hogar para toda nuestra gran familia.

No todo lo que se ha hecho ha estado mal, si lo concibiera así, no tendría valor moral para redactar el presente artículo, considero y avalo que el gran esfuerzo que hizo, y sigue haciendo nuestra generación, ha trascendido, y ha logrado y logrará seguir prevaleciendo; si en el camino algunos se desviaron por que cambiaron el objetivo de su misión y su ambición personal fue mayor que la de servir a México, que Dios y la patria los perdone por sus debilidades y flaquezas, que su falta no manche el gran trabajo que con decidida entrega y amor hizo nuestra amada generación.

Ayer, mientras dormía, se abrió una ventana de mi pasado y vi con alegría cómo mi familia, mis amigos y mis compañeros de trabajo, hacían la parte que les correspondía, para tener una patria digna.

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