Cuando llegues al límite de tus buenos esfuerzos y aún sientas que la energía se mueve por dentro, antes de pensar en hacer de tu vida una aventura, recuerda todo lo que has dejado atrás y si en ello tu alma vuelve a respirar, cierra los ojos y rescata lo que creíste era parte del escenario que esperabas encontrar a tu paso, porque si hay un autor que fue poniendo color y alegría al paisaje, ese fuiste tú y no otro, que fungió como distractor para despulirte.

Si aún estas de pie y puedes mirar lo que antes te pareció sólo una fotografía del pasado de tu vida, recuerda que eres dueño de la cámara y puedes seguir  capturando los momentos de tu presente aún con mayor alegría de la que antes sentiste, porque eres el dueño de un corazón bendecido que todo lo resiste, porque siempre iba delante de tu voluntad, la llama del amor que todo lo ilumina.

Si el peso de los años amenaza con doblar la espiga de tu cuerpo, no claudiques, sigue de frente, con la mirada viendo a lo que se conoce como cielo, porque el dueño de la mies te está mirando y no permitirá que nada se atreva a doblegarte mientras él te proteja y te cuide.

Aleja de ti la tristeza y el pesimismo, aquí no hay más abismo que el creado por tu mente; has crecido, más no lo suficiente para alcanzar el cielo y tu semilla es el trigo con que se hace la harina del mejor pan y tu sudor el vino para despertar del letargo que te quiere bajar de tu altura, para quitarte la figura de una fruta que es tan dulce por ser tan madura.

Ahora, despierta de ese mal sueño y recupera la lucidez y cordura, porque será necesario para abatir la locura de un pueblo que ha perdido el rumbo y podría llegar a su fin.

Debes recuperar la confianza en ti mismo, deja de pensar que el que ha subido la escalera primero se encuentra más alto, lo mismo bajará lo más rápido, comprobando que su estatura es tan pequeña y que la mentira  arderá en la leña de la verdad, exhibida por su propia incapacidad retorcida.

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