Es una frase típica en todos los ambientes: “aguante un poquito”, “Es solamente tantito” y otras muy similares que, independistamente de su absurda justificación, tienen un común denominador: el egoísmo hacia los demás y el afán de ser nosotros primero que todos, que todo y que nada en el mundo.
Nos hemos convertido en una raza egoísta, tramposa y mañosa, y prueba de ello es lo que vemos todos los días en cualquier ambiente.
Mire si quiere un partido de fútbol, que se supone es un deporte, y el deporte, antiguamente, era sinónimo de buena práctica y honorabilidad: vemos a los grandes “cracks” tirarse como fulminados por un rayo, revolcándose ridículamente, fingiendo una falta del contario y buscando que le amonesten o expulsen, en la muestra más clara de la trampa del ser humano, y que las mujeres futbolistas nos enseñan que no es bueno. Ellas son honorables, o casi todas ellas.
En la política, vemos a los que pretenden gobernarnos diciendo que harán lo que sus ancestros no hicieron: gobernar con honestidad y honorabilidad: nos inundan de mentiras, siendo la primera la referente a las campañas políticas disfrazadas de precampañas internas, y que son accesibles a todo México.
Culpan a otros partidos de lo que vivimos –Meade- o a los que estuvieron antes de lo que hemos vivido –Amlo- y así, todos igual de mentirosos y de demagogos, nos muestran la otra cara: llegan en vehículos oficiales disfrazados, pagando con dinero oficial, también disfrazado, haciéndonos creer que en un mitin gastaron 100 o 200 mil pesos únicamente, cuando los que compramos mandado y servicios sabemos que no gastan menos de 3 o 4 millones, por renta de sillas, mantas, sonido y más, aunado a la publicidad y mantas, entre otras cosas, y convenios con medios que no son precisamente de dos o tres pesos.
Y vivimos con todas esas mentiras: los que se estacionan en doble, triple y cuádruple fila fuera de las escuelas, justificando su falta al reglamento de tránsito con la necesidad de recoger a sus hijos, a los que enseñamos desde pequeños, en etapa de formación, que hay que infringir la ley.
Vamos a velocidades inmoderadas y además somos sujetos a los “descuentos” que ofrece la autoridad por ser impuntuales, motivando a todos a no pagar impuestos a tiempo, para que nos salga más barato.
En un afán desconocedor, a los morosos se les premia; todo lo anterior nos lleva a pensar que un mexicano exitoso es el que no paga a tiempo, el que infringe leyes y el que transa a los demás.
¿Seremos mejor así, para tener mucho mejores recompensas de parte de la “autoridad”, cuya moralidad ha quedado ausente en sus actos cotidianos?
Vaya usted a saber.
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