¿Qué dichosas fechas, épocas! Por las calles vimos centenares de personas adquiriendo en el comercio diversas cosas significativa para celebrar su Navidad.

Los niños con su rostro lleno de ilusión, esperando la variedad de sus regalos los que acariciarán el día 25.

Las amas de casa en su mente la variedad de ricos platillos que adornaron su mesa en la Nochebuena, los padres esperando a los hijos que viven fuera para en esta gloriosa fecha compartir la cena efectuando la unidad familiar.

¿Que más se puede ambicionar que todos los miembros de la familia juntos nuevamente? Y sobretodo festejar los creyentes un año más a celebrar el nacimiento del Redentor del mundo; “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra entre los hombres de buena voluntad”.

Y está comprobado que son más las gentes buenas que las que han equivocado el camino, como ejemplo, el reciente sismo acaecido en septiembre en la ciudad de México y otras entidades del país.

Dios Todopoderoso, Padre de los Huérfanos, esposo de las viudas, papito de todos los que permiten que viva en su corazón.

La fe que estimula la paz en el espíritu, la esperanza que fortalece en la hora de la prueba la que con su ayuda se supera.

Cada año las fiestas decembrinas nos alientan el deseo de vivir con amor y gozo, convivir con nuestros semejantes compartiendo su felicidad y la nuestra, anulando los malos sentimientos tales como rencor, envidia.

Si por gracia de Dios el próximo año se repite la dicha de repetir la recién experiencia de otra Navidad que sea igual a la reciente, así sea…

Por hoy es todo.

Hasta la próxima. Carpe Diem.