“Enséñanos a vivir nuestros días, para que nuestro corazón tenga juicio” (Salmo 90:12)
Está por terminar el año 2017, y tal vez, algunos de nosotros nos estemos preguntando en este momento si fue un buen año o no, o si hubo diferencia con otros años pasados; tal vez, esta pregunta tenga mucho que ver con el hecho de cómo sentimos el efecto del tiempo sobre nuestra humanidad, y a la vez, nos lleve a otra pregunta que tiene que ver, con el cómo vivimos esos trecientos sesenta y cinco días.
A mí no me cabe la menor duda, de que queriendo seguir sintiéndome joven, me fue difícil renunciar a todo aquello que me ha causado satisfacción, y que merecía, por razones obvias, de una justa adecuación para seguir manteniendo un buen estado de salud física, mental y espiritual, factores como moderar el tipo de alimentación, adecuar el plan de activación física, e intentar equilibrar las emociones, para poder asimilar, que más que discutir y entrar en conflicto con aquellos que no piensan como yo, entender su forma de pensar para llegar a un buen entendimiento sin tener que demostrar quién tiene la razón.
Difícil también ha sido renunciar a las rutinas que me daban una aparente seguridad de bienestar, pero, que sin discusión, eran verdaderas anclas que frenaban el dinámico movimiento de las iniciativas para evolucionar a un cambio, que por naturaleza, exigía vulnerar la férrea voluntad de seguir siendo la misma persona de todos los años.
Seguramente, los que ya pasaron por este tipo de proceso, los que de alguna manera inteligente decidieron hacerle caso a su cuerpo y lo fueron adecuando ordenadamente, en estos momentos tendrán, no sólo una envidiable actitud positiva, sino la seguridad de haber tomado las decisiones correctas para mirar con optimismo hacia el futuro.
El sentimiento de vulnerabilidad que aqueja a todos los que nos introducimos a la categoría de adultos mayores, sin esperarlo, nos va induciendo a estimar la singular importancia que tendrá en lo sucesivo el fortalecimiento de la espiritualidad; este aspecto es fundamental para el ser que profesa una fe en una entidad divina, poseedora de un poder absoluto sobre todas las cosas, incluyendo la muerte, quien nos ofrece la oportunidad de reactivar cuantas veces sea necesario la energía vital que nos mueve, hasta restablecer la armonía y la paz con el universo; este Padre nuestro, nos conduce por el camino de la verdad y de la vida, a través del amor de su unigénito Jesucristo.
Si alguna intensión he de tener para el ya muy próximo año 2018 será el de orar a mi Padre celestial pues no se me olvidan las palabras de Jesús: “Os aseguro, que todas cuantas cosas pidieres en la oración, tened viva fe de conseguirlas, y se os concederán sin falta. Mas al poneros a orar, si tenéis algo contra alguno, perdonadle el agravio, a fin de que vuestro Padre que está en los cielos, también os perdone vuestros pecados” (Mc.11:24-25)
Que Dios nos dé sabiduría para nacer a una nueva vida, en un nuevo año que podremos mejorar juntos. FELIZ AÑO NUEVO para todos.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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