La cultura del privilegio reproduce la desigualdad. Su génesis, la conquista y colonización, por las cuales se sometió a población indígena a trabajo forzado y a afrodescendientes a la esclavitud, se expropiaron los bienes y riquezas de los pueblos originarios, se prohibieron sus creencias y valores, se les aplicó un maltrato sistemático y se les negó ciudadanía.
La cultura de la negación del otro es concomitante con privilegios económicos, políticos y sociales vinculados a diferencias, condición étnico-racial, género, origen, cultura, lengua y religión. Constituye la base histórica de la cultura del privilegio que con expresiones y rangos, se perpetúa en México y otros países. La negación del otro se aplicó a indígenas y afrodescendientes durante la Colonia, a mestizos, zambos y mujeres y, cuando se crearon las repúblicas, a inmigrantes, campesinos, analfabetos, habitantes de tugurios y trabajadores domésticos. La colonización estableció este dominio con el cual, el que impone la diferencia, se yergue en juez que la jerarquiza: conquistador, colonizador, criollo, hacendado, figura conspicua, aristócrata, político.
La cultura del privilegio son 3 rasgos que nacen en la Colonia y en la republica se preservan. Primero, naturalizar la diferencia como desigualdad, factores que justifican la desigualdad en derechos de propiedad, poder, nivel de vida, acceso a activos, redes de influencia y condición de ciudadanía. Esta jerarquía entre distintos y desiguales se instaura en la mente de las élites y grupos dominantes, y pasa a considerarse condición natural. El carácter hegemónico de esta dominación es que una construcción histórica (jerarquía de razas, géneros, pueblos o poblaciones), se internaliza como realidad natural.
Segundo rasgo, quien establece la jerarquía no es juez imparcial, es un actor que se apropia de beneficios, para lo cual se constituye en juez y parte. Obtiene esa posición de privilegio por su origen de clase o de sangre, su posición socioeconómica, su adscripción racial o de género, su cuna, su cultura o su pertenencia a élites de poder, o una combinación. Tercer rasgo, para operar y perpetuarse, la jerarquía se difunde a través de actores, instituciones, reglas y prácticas. Así se establece una dialéctica entre la naturalización de la diferencia como desigualdad y la reproducción de las desigualdades por medio de estructuras e instituciones sociales.
La cultura del privilegio garantiza asimetrías en múltiples ámbitos; acceso a posiciones privilegiadas en negocios y finanzas; el poder decisorio; la mayor o menor presencia en medios que imponen ideas, ideologías y agendas políticas; la captura de recursos públicos para beneficios privados; condiciones especiales de justicia y fiscalidad; contactos para acceder a mejores empleos y servicios, y facilidad para dotarse de los mejores lugares para vivir, circular, educarse, abastecerse y cuidarse.
Por la cultura del privilegio, las desigualdades pasadas se transmiten y reproducen. La población afrodescendiente, con antepasados esclavizados y sometidos a trabajos forzosos, sigue padeciendo mayores niveles de pobreza, menores niveles de educación, mayor exposición a los efectos negativos de la segregación territorial e inserción ocupacional en los nichos más precarios del mercado laboral. Las tasas de pobreza de las poblaciones indígena y afrodescendiente son claramente mayores que las del resto de la población.
La sobrerrepresentación de la población afrodescendiente en las cárceles es ejemplo de la diferencia como desigualdad y es una realidad en países cuya población carcelaria se encuentra entre las más altas del mundo, como Estados Unidos y el Brasil. En este último país, el número de personas encarceladas aumentó 74% entre 2005-12
Privilegio, la cara real
La cultura del privilegio reproduce la desigualdad. Su génesis, la conquista y colonización, por las cuales se sometió a población…