Nunca debemos olvidar que al despertar hemos sido bendecidos con una nueva oportunidad de vida, los que no lo ven así y sólo lo toman como parte de un ciclo que nos permite tener conciencia entre la alternancia de los estados de estar despierto y estar dormido, por lo general, estarán en mayor riesgo de vulnerar su deseo de disfrutar el tiempo que la divinidad le ha concedido, pues el olvido será el camino para conducir su destino hacia el infortunio y el desconsuelo.
No conozco a nadie que desee tener un mal día, de ahí que el paso a tener conciencia de que fuimos bendecidos, nos da la oportunidad de evitar caer en aquellas trampas que nos amargan el día. Con cuánta facilidad cambia nuestro estado de ánimo, cuando al saludar a alguien con alegría, recibimos por respuesta un reclamo o una mala cara por no haber pasado una buena noche; debemos tener cautela y no responder con otra ofensa, porque desde ese momento ya estaremos perdidos. Mejor será permanecer callados y continuar con el disfrute de nuestro regalo, porque incluso, si queremos contagiar nuestra felicidad, seguiremos recibiendo la negatividad de esas personas que han sido igualmente bendecido, prefiere hacer crecer su inconformidad para cargar con el gran peso que le impone a lo largo del día.
Paciencia sí, mucha paciencia, no dejemos que se esfume la paz interior que nos da el sabernos vivos y dueños de una nueva oportunidad, que nuestra buena actitud, generadora de energía positiva, habrá de acerca a aquellos que por necesidad, estarán ansiosos de preguntarnos: ¿Por qué tan feliz en este día? ¿Acaso te sacaste la lotería o es tu cumpleaños? Yo, al caso respondería: ¡Estoy feliz porque Dios me ha obsequiado un día más de vida!
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