En columna que escribí hace algunas semanas, titulada: “Las reglas cambiaron”, me referí de manera genérica a que, hoy, a diferencia de hace algunos años, la sociedad atraviesa por un proceso de cambio o renovación que la hace ser más sensible a las indiferencias de la clase política.
Y, sostuve (como sostengo), que lo que queremos en la sociedad es elevar nuestra calidad de vida a través de mejores condiciones de entorno y servicios públicos, sí, pero que nuestras prioridades son sin lugar a dudas poder vivir en paz y que no haya autoridades que se enriquezcan a costillas del dinero de nuestros impuestos.
Dicho de otra manera: que seguridad y combate a la corrupción son los temas que desde la colectividad hemos puesto sobre la mesa, y que, sin embargo, dije, parecían no ser prioridad de los gobiernos federal, estatal, ni del alcalde.
Lo dije así porque en estricto sentido, los resultados en esos dos rubros aun no trascienden de tal forma que puedan darle calma a la ciudadanía, es decir, ni en percepción de seguridad hay un avance notorio, ni en corrupción ha habido castigos ejemplares aún, ni para quienes fueron actores de actividades administrativas irregulares, ni para los grandes protagonistas de casos emblemáticos de corrupción.
No obstante ello, estimado lector, al escuchar el mensaje que rindió el Gobernador con motivo de su Primer Informe de Gobierno, reflexioné sobre el estado que guardan ambos temas localmente, y considero lo siguiente:
En seguridad debemos reconocer del Gobernador: su firmeza para entrarle de lleno al tema, tomando en cuenta que el estado de inseguridad con el que sujetó las riendas del gobierno hace 12 meses, no se resuelve solo viéndolo desde una perspectiva de lucha de fuerzas entre “buenos y malos”, sino que, además de más policías hacía falta inteligencia, y haber iniciado la estrategia para terminar con las fuentes de financiamiento de los grupos criminales y comenzar ya su aterrizaje, así como las diversas iniciativas de reforma que ha enviado al Congreso para elevar penas y tipificar delitos como el halconeo y uso de “ponchallantas”, así lo demuestra.
Y, en materia de combate a la corrupción –aunque es un tema que de origen es impulsado por la sociedad-, le reconocemos también el esfuerzo y voluntad política para enviar todas las iniciativas de las leyes que se requerían para implementar el Sistema Local Anticorrupción en Tamaulipas oportunamente y respetando el marco constitucional, pues así nos convertimos orgullosamente en uno de los primeros estados de la República en contar ya con un Sistema Estatal de combate a la corrupción completo, que vaya que urgía.
Termino diciendo, que aunque hay –desde luego- otros rubros importantísimos en el quehacer de la competitividad para Tamaulipas, los tópicos: Alcanzar la paz y Disminuir altos índices de impunidad (especialmente en corrupción), tienen que seguir caminando, hasta que pasen dos cosas: 1) constituirse como las prioridades máximas -en la ejecución- del quehacer gubernamental y 2) para que poco a poco se alcancen los resultados que la sociedad desea en los dos rubros.
“Recuperar el orden, la paz y el Estado de Derecho”, repitió el Gobernador en cada lugar que pisó este primer año, cuando hacía alusión a su compromiso sexenal. Y en virtud de la reflexión externada párrafos arriba, estimo que su gobierno logró sentar las bases para que así sea, y, como ya lo hemos dicho, aunque paso a paso, coincido en que en la medida en que fortalezcamos Estado de Derecho en Tamaulipas, se acercará cada vez más el desarrollo acelerado que nos merecemos, ahí está el principal reto.
Pero es tarea de todos, eh; a nosotros nos toca involucrarnos más, y exigir.