Que tus pasos sean tan silenciosos que no puedan despertar el enojo, la envidia, los celos o el resentimiento de aquellos que te observan y esperan tener un motivo para reclamarte, o de los que reconocen en ti un factor de riesgo para mantener estabilidad en el entorno, o de los inseguros que pueden perderte de vista y piensan que ya no estarás ahí sólo para ellos, o de los que piensan que tu voluntad debería de sujetarse a sus deseos y no a los tuyos.
Que tus pasos sean tan silenciosos, que te hagan dudar de que estas pisando el suelo y te hagan sentir que estas volando, sin tener las características de un ave, pero si con el poder mental para lograrlo a tu manera.
Que tus pasos sean tan silenciosos, como todo aquello que te llega del cielo, para que puedas corregir el rumbo equivocado y que una vez, sintiéndote agraciado por la sabiduría, conozcas cuál es la verdadera libertad de la que Dios tanto te ha hablado.
Que tus pasos sean tan silenciosos, que no tengas la necesidad de pensar en el tiempo que te limita, ni en el reducido espacio que has dejado para ti por darle cabida en tu vida a los temores y desesperanzas infundadas de aquellos que perdieron la fe, por dejar de creer en sí mismos.
Que tus pasos sean tan silenciosos, que el amor que abunda en el universo, te impulse con el menor esfuerzo por la banda de la conciencia tranquila, para que te liberes de las ataduras que te impusieron los que viven cautivos de su propia amargura.
Que tus pasos silenciosos te lleven a Dios, por qué sólo el que te guía, los escucha y los entiende, sólo él sabe que vas por el camino de la verdad.

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